Una vida plasmada de talento y al mismo tiempo repleta de vacío y quebrantada por una permanente ansiedad de escape, de éxito, de fama, de fortuna. El ardor mediático con el que se habrán de incinerar los últimos restos del artista siguen despidiendo un olor nauseabundo… pobre Miguel, pobres sus hijos (si realmente lo son), pobre su legado (si realmente queda) y su absurda creación.
Se te acabó este mundo, Miguel, se te acabaron los años y los latidos del corazón.
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