Frida. 108, 105, eterna

Cuando te conocí, hace más de quince años, no callaste. De inmediato reconocí la fuerza de tu dolor, tu entrega sin límites al amor. Quizás no lo sepas, pero me pasé un buen rato llorando después de haber leído tu primera biografía. Después pasé a imaginarme el timbre de tu voz, el sonido de tus pinceladas asperas sobre el corsé que te aprisionaba el torso con tal de liberarte de los espasmos que sólo tú eras capaz de exorcizar a punta de autoretratos. Desde entonces te persigo, te busco, te descubro en libros y exposiciones en las que vuelvo a mirar tus ojos negros y la gaviota de muerte que surcaba tu entrecejo. 

Hoy cumplirías 108, o 105 si nos atenemos a tu expresa voluntad de marcar tu nacimiento en el año de la revolución mexicana.
Cuando te conocí, nadie hablaba tanto de ti como lo hacen hoy, no circulaban millones de fotos y estábamos lejos de ver tus entornos encarnados en la voluptuosa silueta de Salma Hayek. ¡Que película tan mala!

No te imaginas cómo me puse cuando en Madrid encontré tu diario íntimo hecho libro. Me costó 5500 pesetas que pagué sin reparo alguno. Es mi libro favorito. Sonreí más al ver de tu puño y letra frases escritas en alemán.

Haces falta, paloma, haces falta.

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