Pasé varios
días preparando las preguntas. Revisé una y otra vez la cita marcada en la
agenda, quería llegar puntual. De pie frente a la puerta me puse nerviosa, palpé
el artefacto que me permitiría grabar la entrevista en mi cartera y manosee la
libreta y el bolígrafo en uno de sus bolsillos. Toqué el timbre y tras la
puerta apareció la dulce imagen de la “bendita mujer” que acompañó al Dr. Luis
Ramiro Beltrán hasta el día de su muerte, Norita Olaya.
No era la
primera vez que lo veía personalmente, pero si la primera en el refugio de su
hogar y en el que me concedió una entrevista que a lo largo de los minutos se
hizo una charla acogedora y muy difícil de terminar. En compañía de otro
paisano orureño y colega, Juan Miralles, recorrimos con el Dr. Beltrán todos los
recuerdos que adornan el pasillo de su casa, las fotografías, los
reconocimientos y las muy queridas herencias de sus padres, sobre todo las de
su madre, Bethasabé Salmón, la mujer que supo orientar sus pasos por la senda
de la comunicación, evitando de esta manera que una de las mentes más lúcidas
de la comunicación en Bolivia y a nivel mundial se hiciera “nuncio apostólico o
mozo de hotel”, como él mismo refirió con humor en
aquella entrevista de marzo de 2013.
Hoy, 11 de
julio de 2015, despedimos no solo a un gran comunicador, echamos de menos a una
gran persona, a un ser humano que derramó generosidad y sencillez a lo largo de
sus 85 años de vida. Oruro y Bolivia están en deuda con usted, Dr. Beltrán y también le agradecen el amor que supo entregar a su tierra a través de su incansable entrega al trabajo y a la investigación. Con especial cariño recuerdo las palabras que le dedicó al Colegio Alemán de Oruro en el que usted se formó durante sus primeros años de vida y que es un orgulloso protector de esos recuerdos. Descanse en paz, querido Doctor Beltrán, no nos
olvidaremos de su obra ni de su legado como pensador ni como ser humano.
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