Si Evo Morales hubiese aceptado hace dos años que más del
50% -el 51,3% para hablar con exactitud- de los electores de Bolivia rechazó la
modificación el artículo 168 de la Constitución Política del Estado (CPE) para
habilitar una nueva repostulación presidencial; si hubiese sido capaz de
reflexionar tan solo un poco y de mirar hacia atrás con una pisca de
conciencia; si hubiese recordado que prácticamente entre lágrimas fue
posesionado como presidente de los bolivianos hace más de una década y que fue
capaz de canalizar el desencanto y la bronca de miles de compatriotas que no
toleraron en ese entonces un gobierno más de los llamados partidos
tradicionales, entonces quizás tendríamos mañana un 21 de febrero “cualquiera”,
una jornada para festejar de verdad un triunfo democrático, una fecha que
recordar como si se tratase del aniversario de un feliz acontecimiento.
Por el contrario, los atropellos que hemos sufrido desde el
21 de febrero de 2016 se han acumulado como carbones al rojo vivo que han
alimentado un fuego de amarga impotencia en algunos casos y de profunda
indignación en muchos otros. Y así hemos llegado a esto, a hacer democracia con
nuestras propias manos, a parar un país entero con tal de hacer respetar
nuestra soberana decisión. Lo estamos haciendo con convicción, con una
auténtica motivación de conseguir que al menos este #21F no pase desapercibido.
Antes de que terminara el 2017, en noviembre, un fallo del
Tribunal Constitucional Plurinacional declaró la prevalencia de convenios
internacionales sobre la CPE y de esa manera –arbitraria y vil- se logró la
habilitación para una repostulación. Es tal el envenamiento de poder que bulle
en las entrañas del oficialismo, tal la sordera plurinacional y la paranoia de
persecusión que no hay más horizonte que el propio ombligo de quienes nos
gobiernan; el voto del pueblo al que Evo Morales dice escuchar y obedecer, no
vale absolutamente nada.
No. No será un 21 de febrero cualquiera. No vamos a quedarnos
en casa. No le vamos a dar a nuestros hijos un ejemplo de pasividad y
derrotismo. Con el mismo ahínco con el que Evo Morales y Álvaro García Linera
intentan idiotizar al pueblo, incitando al racismo y al odio y a la pelea; a
colgarse dinamitas para echar a los vendepatrias y a la “guerra (digital)”; con
el mismo empeño vamos a continuar en las calles y en las redes sociales, aunque
éstas hayan sido satanizadas y sean consideradas fuentes de conspiraciones
golpistas e imperialistas. Bolivia dijo NO y cuando mañana usted, señor
Presidente, abra los ojos sabrá que no es un 21 de febrero cualquiera. Piénselo,
el Chapare es grande, es vasto y de frutos generosos, señor Presidente, aún
está a tiempo de cercar un chaco y de construir allí una casa que para el 2019
podría estar lista y dispuesta para su merced. Eso, claro, en el mejor de los
casos para usted.
me gustatia conocer tu opinión sobre la guerra sucia y su efecto en dicha elección
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