La columna rota


Un virus de pasarela


Un trabajador sanitario en su moto este martes por una calle de Wuhan, zona 0 del coronavirus.
Fuente: https://www.heraldo.es

En Bolivia iniciamos la década de los noventa con la propagación de la temible enfermedad del cólera. Perú fue el primer país latinoamericano que registró casos de contagio por el brote de la bacteria del vibrión cholerae. Como habitantes del país vecino, los bolivianos nos vimos pronto estremecidos por el miedo de estar frente a una incontrolable epidemia cuyo irreparable final era la muerte. Las campañas de prevención en aquel entonces se llevaron a cabo de forma masiva en el país a través de medios escritos, radio y televisión; así como las medidas de salud pública que entraron en vigencia durante parte del año 1991 y 1992 con tal de controlar la expansión de la enfermedad, por ejemplo la conformación de comités intersectoriales de lucha contra el cólera.

En un país como Bolivia, en el que para la década de los 90 el 56% de la población no tenía agua potable, el 65% no contaba con sistemas de alcantarillado, y casi un 40% no podía llegar a centros de salud, los resultados del brote no llegaron a ser tan dramáticos como los que podían esperarse. Si bien se registraron muertes e innumerables casos de personas contagiadas durante los meses en los que se vivió esta alarmante situación de salud, el brote fue controlado y hoy se trata ya de un dato de archivo.

Hoy, 20 años más tarde, nos encontramos frente a un escenario completamente diferente en cuanto a la desaforada parafernalia mediática que ha logrado el famoso coronavirus descubierto en diciembre de 2019 en la ciudad china de Wuhan. La cifra de muertes debido al contagio de esta nueva enfermedad se acerca peligrosamente a tres mil solo en China y cada día se conocen datos e informes de posibles casos en distintas partes del mundo, en los cinco continentes. Bolivia no ha sido la excepción.

El miedo sigue siendo el factor común y la divulgación de la información en tiempo real, nos hace ver el fantasma de una epidemia global sin límites. Por supuesto que existen argumentos válidos que podrían justificar el temor, pero también es momento de reflexionar sobre la logística que los aparatos políticos y económicos que los países más poderosos han puesto en marcha no solo para hacerle frente a este mal, sino también para lograr réditos económicos a través de las industrias farmacéuticas y nuevos posicionamientos a nivel mundial. La competencia sobre cuáles son los estados que mejor están enfrentando este actual peligro sanitario comienza con las especulaciones sobre la necesidad de repatriar o no a los connacionales que se encuentran en la zona cero y sus alrededores en China, siguiendo con los informes de pasajeros internacionales que han sido contagiados y se encuentran en cuarentena obligatoria en cruceros que recorren el mar, hasta los pronósticos de una vacuna que podría estar lista en el próximo mes de abril. Las imágenes de película de ciencia ficción que se difunden desde China y que muestran calles completamente vacías, estaciones de trenes que parecen abandonadas, vuelos cancelados a nivel mundial, fotos de ciudadanos chinos con barbijos especiales y hasta memes y videos cómicos que protagonizan al virus son el pan nuestro de cada día. El contagio mediático enferma a millones de personas cada día y no parece haber antídoto alguno para ello.

Ya no podemos hablar solamente de las portadas de los periódicos de todo el mundo, con el crecimiento diario de las nuevas redes sociales, Twitter entre ellas, las informaciones que circulan sobre el COVID-19, como se ha bautizado al coronavirus, alcanzan cada día a millones de personas que reaccionan de mil diversas maneras ante la sola idea del contagio o del riesgo que significa irse de viaje en estos momentos, los más críticos para la expansión del virus. El dicho reza que no hay mal que por bien no venga, puesto que debido a “los encantos” del coronavirus a nivel global, se ha registrado un 25% menos de emisiones de dióxido de carbono en China, lo cual significa un 5% de reducción de contaminación a nivel mundial.

De esa forma, paradójicamente, nos aislamos de otras realidades que paralelamente están causando mayores estragos y que parecen ser mucho menos atractivas que el famoso COVID-19, por ejemplo el tema del dengue que ha logrado superar ya los 1500 muertos solo en América Latina y ha alcanzado más de 3 millones de contagios. Se trata de un récord sin precedentes en la región según el más reciente informe de la Organización Panamericana de la Salud (OPS). “Y el 2020 empezó con más casos que el año anterior: hasta ahora se han reportado más de 125.000 pacientes en Bolivia, Honduras, México y Paraguay, donde incluso el presidente y la primera dama fueron contagiados”. Nuestros sistemas de salud locales no están preparados para dar abasto a los embates de una enfermedad como el dengue, son pobres e incapaces como lo son sus gobiernos y como parecen ser los criterios de quienes solo saben mirar los virus de pasarela y no los males que están detrás de las bambalinas y que pueden ser realmente devastadores.

* Comunicadora social
Twitter: @mivozmipalabra

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Con esta columna de opinión comencé mis colaboraciones semanales en el peridódico La Patria de Oruro (diario de circulación nacional en Bolivia)

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