La columna rota


La transición de la transición

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Ana Rosa López Villegas*

¿Qué se propaga más rápido, el coronavirus o la maquinaria mediática del terror sobre la pandemia global que se esparce sin excepciones? Podemos optar por una u otra respuesta dependiendo no solo de la información que recibimos y consumimos, sino de la realidad que nos rodea en el lugar que habitamos. Por lo pronto el gobierno de transición de Jeanine Añez ha decretado las primera medidas sanitarias para hacerle frente al virus, éstas incluyen la suspensión de actividades escolares hasta finales del mes de marzo, la interrupción de vuelos internacionales procedentes de y con destino a Europa, control de fronteras y prohibición de eventos masivos entre otras. Estos son los hechos que nos ocupan, preocupan y en algunos casos pueden llevarnos a la histeria y al pánico desmedido.

Este paréntesis sanitario que mantiene en vilo a todo el mundo, tiene en Bolivia sus propios bemoles. A menos de dos meses de la realización de las nuevas elecciones presidenciales, se espera que éstas se lleven a cabo en el marco de la “nueva normalidad” que se está gestando debido a la epidemia. Aunque al menos cinco de las ocho agrupaciones políticas en carrera presidencial han anunciado que suspenderán actos proselitistas masivos, la empatía preelectoral debería hacerles reflexionar y replantear en sus proyectos políticos la urgente necesidad de darle al área de salud toda la prioridad y la importancia que requiere. Hoy es el coronavirus y el dengue, aún no sabemos lo que nos aguarda en el futuro.

 Aunque el COVID-19 se ha desplazado como una inmensa e invisible marea por todo el mundo, incluidos los tres casos confirmados en Oruro y Santa Cruz en Bolivia y se ha convertido en el tema de conversación obligado, en el país observamos también con mucha inquietud cómo ha ido evolucionando el gobierno transitorio. En su propia metamorfosis, ha pasado de ser una administración que tenía como tarea más importante la realización de los comicios electorales y la pacificación del país, a ser el lugar de trabajo de una presidenta-candidata que ha tirado por tierra la ilusión de muchos, así como ha esperanzado a otros tantos. Cuesta creer que quien ostenta el cargo más importante del Estado posea una tijera mágica que le permita dividir con precisión y sin cometer errores el rol de presidenta del de candidata.

Pronto nos dimos cuenta que el objetivo de la transición era también el de destapar las cloacas malolientes que el masismo le había dejado al Estado. Nos referimos a Entel y YPFB por citar tan solo dos de los temas que peor se manejaron a lo largo de los 14 años del régimen de Evo Morales. Queremos creer que quienes se hicieron cargo de las empresas estatales más importantes del país fueron personas elegidas cuidadosamente, sin embargo en algunos casos nos supo más amargo el remedio que la enfermedad. Así sucedió por ejemplo con la empresa de telecomunicaciones y la destitución de su ahora exgerente Elio Montes, quien todavía tiene que responder por una serie de irregularidades administrativas y gastos millonarios que realizó en el breve tiempo en el que ejerció el cargo. Igual suerte corrió un mes atrás José Luis Rivero, expresidente de la estatal YPFB, quien fue removido de su cargo tras declarar que la principal empresa estratégica del país estaba en “quiebra”. La transición continúa, pero los tambaleos comenzaron muy pronto con la primera destitución, la del ministro de la presidencia, Jerjes Justiniano a quien la presidenta interina de Bolivia relevó de su cargo a tan solo tres semanas de haberlo nombrado. Sobre Justiniano pesaron dos denuncias públicas, una de Danilo Romano, un viceministro de Comunicación que lo acusó de haberlo presionado para contratar a consultoras internacionales en comunicación, y la otra de la fiscal Nancy Carrasco, que aseguró que había cometido injerencia en un caso judicial.

Quizás debamos mirar la furibunda renuncia de Roxana Lizárraga al cargo de ministra de comunicación como el verdadero inicio de la transición de la transición. Lizárraga se declaró en total desacuerdo con la candidatura de Añez y acusó a su gobierno de haber perdido sus objetivos y de haberle fallado a la llamada “revolución de las pititas”.

Y por último nos ha tocado ver un número que el Movimiento al Socialismo (MAS) no conocía y que a Añez le salió  a pedir de boca. En la primera escena vemos a la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP) censurando al ministro de defensa, Fernando López. En la segunda escena está el gobierno transitorio rechazando tal censura. En la tercera no le queda más remedio que acceder a la destitución. Pero en la última está quien ríe mejor, y ese es López siendo nuevamente posesionado como ministro. En un drama mucho más abreviado y sin final feliz está el caso de Juan Carlos Ossio, ahora exgerente general de Boliviana de Aviación (BoA), a quien el ministro de obras públicas le exigió su renuncia. Al ver que ésta se demoraba más de lo normal, el paso siguiente fue la destitución. A Osorio se le cuestionó la forma de administrar la empresa.

Pero no nos distraigamos de lo que ahora es esencial: lavarse las manos, evitar el contacto social, mantener la calma y respetar la cuarentena.

*Comunicadora social
Twitter: @mivozmipalabra

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