Ana Rosa López Villegas*
El poeta nicaragüense
Rubén Darío, conocido como el “príncipe de las letras castellanas”, escribió en
el año 1913 el poema denominado Los motivos del Lobo. Sus versos fueron
inspirados por el capítulo XXI del texto anónimo Florecillas de San Francisco, una
narración sobre la vida y milagros de San Francisco de Asís. En el poema, Darío
da cuenta de la naturaleza sanguinaria y carnicera del lobo que amedrentaba a
la gente del poblado. “El terrible lobo, rabioso, ha asolado los alrededores; cruel
ha deshecho todos los rebaños; devoró corderos, devoró pastores, y son
incontables sus muertes y daños”, dice la poesía. Sin embargo, las dulces
palabras del santo consiguen hacer que el animal salvaje deponga sus instintos
silvestres y forme parte de la comunidad como si de una mascota se tratara. Pese
a tener techo y alimento suficiente, el lobo se sentía desdichado, sobre todo
porque era testigo de la maldad de los hombres que lo rodeaban.
“¿Por qué has
vuelto al mal?”, le preguntó San Francisco al lobo cuando se enteró de sus
nuevas andanzas. “Como en sorda lucha, habló el animal, la boca espumosa y el
ojo fatal: Hermano Francisco, no te acerques mucho... Yo estaba tranquilo allá
en el convento; al pueblo salía, y si algo me daban estaba contento y manso
comía. Mas empecé a ver que en todas las casas estaban la Envidia, la Saña, la
Ira, y en todos los rostros ardían las brasas de odio, de lujuria, de infamia y
mentira. Hermanos a hermanos hacían la guerra, perdían los débiles, ganaban los
malos, hembra y macho eran como perro y perra, y un buen día todos me dieron de
palos”, esa fue la respuesta del lobo frente a la cual el santo no tuvo más
remedio que retirarse pesaroso del monte y volver rezando un Padre Nuestro
hasta su casa.
Si ahora nos
apartamos del desenlace onírico, lírico y fabulesco que tienen los versos de Rubén
Darío y miramos con un mínimo de objetividad y nada de romanticismo lo que está
aconteciendo con el zorrito Antonio, no dudaremos en asegurar que el mejor
lugar para el animalito no es precisamente la casa de una buena familia,
cariñosa, dedicada, entregada y amante de la fauna (silvestre). El
pronunciamiento científico-técnico que el Colegio de Biólogos de La Paz ha
hecho público en las últimas horas es claro y contundente. Antonio no está
domesticado, el cachorro está amansado y más tarde que temprano saldrán a flote
sus verdaderos instintos, sus instintos naturales. “La domesticación toma
varias generaciones”, como en el caso del perro cuyo acercamiento al ser humano
data de la época de las cavernas. El documento explica, además, que dadas las
condiciones domésticas en las que Antonio ha crecido y se ha desarrollado hasta
ahora, lo más adecuado para él es establecerse en un Centro de Custodia de
Fauna Silvestre, no en un zoológico ni devolverlo simplemente a su hábitat
natural. ¿Por qué? Porque Antonio no ha aprendido todo lo que necesita para desenvolverse
como animal salvaje que es, no se ha alimentado como lo habría hecho estando en
el monte y requiere de una terapia de readaptación que suele ser de muy larga
duración y alto costo. Esto sin contar que, debido a su relacionamiento con los
humanos, Antonio puede ser portador de enfermedades y parásitos que contagiarían
masivamente a otras especies en libertad.
El Bioparque Municipal
Vesty Pakos, “centro de custodia legalmente establecido en Bolivia” y al que
Antonio fue derivado después de haber sido decomisado del hogar orureño en el
que se encontraba, sería el lugar ideal para el zorrito. El personal especializado
del parque se encargaría de la adecuada nutrición y atención sanitaria de Antonio
tomando en cuenta criterios veterinarios y biológicos. No se trata de un perro
abandonado o de un gato sin familia, estamos hablando de una especie silvestre cuya
tenencia no solo está prohibida, sino considerada como un delito según la Ley
de Medio Ambiente No. 1333. Si hoy se permite que el zorrito se quede en un
ambiente humano y no natural para él, mañana será un jukumari o un quirquincho.
No podemos ceder a excepciones de ningún tipo. ¿Por qué nos cuesta tanto
cumplir las normas o hacerlas cumplir? Resulta muy difícil entender la posición
que han asumido ciertos colectivos animalistas que están a favor de que Antonio
vuelva a un hogar humano que no es el suyo. El zorrito ya no podrá volver nunca
a su hábitat natural, pero podría tener una vida digna en un centro de custodia
de fauna silvestre. No es un zoológico, otro lugar que tampoco es el adecuado para
su situación y naturaleza. Nadie desea que pase lo malo, pero, así como el lobo
del poema de Darío, los motivos silvestres de Antonio siguen en él y solo será
cuestión de tiempo para que apele a ellos. Los zorros de su tipo son especies
solitarias, no están acostumbrados a convivir ni con humanos ni con otros
animales y antes de que alguno de éstos salga dañado, sería mejor cumplir las
leyes y sentirse tranquilos sabiendo que se hizo lo correcto y no lo que el
sentimiento egoísta dicta atropellando a la razón.
“… y me sentí
lobo malo de repente; mas siempre mejor que esa mala gente. Y recomencé a
luchar aquí, a me defender y a me alimentar. Como el oso hace, como el jabalí, que
para vivir tienen que matar. Déjame en el monte, déjame en el risco, déjame
existir en mi libertad, vete a tu convento, hermano Francisco, sigue tu camino
y tu santidad”.
* Comunicadora social
Twitter: @mivozmipalabra
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