LA COLUMNA ROTA - Ecocidio en la Amazonía



Ana Rosa López Villegas*

 

¿De qué nos ocupamos primero en Bolivia? ¿Debemos darle prioridad a los más de 100 mil casos de coronavirus confirmados en todo el país? ¿A la todavía latente falta de insumos y de recursos humanos que le hagan frente a la pandemia? ¿A la irresponsabilidad y falta de conciencia de muchos ciudadanos que no respetan el distanciamiento social y la norma de quedarse en casa? ¿O tiene prioridad el juego de ping pong en el que están enfrascados el ministerio de educación y  Tribunal Departamental de Justicia (TDJ) de La Paz, manejado por el Movimiento al Socialismo (MAS)? ¿Se suspende o no se suspende el año escolar? ¿Será una gestión perdida para miles y miles de estudiantes?

¿O quizá debamos mejor concentrarnos en la campaña electoral que los candidatos a la presidencia han desatado ya sin ningún reparo, comenzando por la propia candidata-presidenta Jeanine Añez? ¿Es realmente importante saber quiénes son los políticos que miran de palco los acontecimientos del país y los esfuerzos (proselitistas) del oficialismo transitorio frente a la pandemia? A riesgo de ser velozmente etiquetada de mesista, porque así funciona en la actualidad la lógica simplona y binaria de clasificación de opiniones, me pregunto qué es lo que realmente esperaba Añez de Mesa en esta coyuntura. ¿Esperaba algo de los otros candidatos también? Estamos hartos de esta competencia política que trata de identificar cuál fue el peor gobierno que hubo, el de Morales o el de Añez.

¿O qué tal si continuamos con la indignación y el asco que nos han provocado las denuncias de pedofilia, violación y estupro contra el expresidente de Bolivia, Evo Morales? ¿Puede caber más incompetencia en la titular de la defensoría del pueblo, Nadia Cruz en lo que a este caso se refiere? ¿Nos seguimos rasgando las vestiduras porque haya sido un periodista español el que destapó la cloaca? ¿Tal vez nos enfurezca más el silencio cómplice y todavía más repugnante de las mujeres que fueron parte del régimen masista o de los hombres que intentan justificar lo injustificable? Ya no podemos ni confiar en la irritación y promesas de que el caso no quedará en la impunidad de parte de la presidenta, porque no sabemos si se trata de un honesto compromiso de hacer lo correcto o es por el contrario, una estrategia electoral más en busca conseguir votos.

Son demasiadas pulgas para un solo perro y para sacudirlas un poco por lo menos, apelo hoy a la Pachamama, nuestra Madre Tierra y al fallo que el Tribunal Internacional de los Derechos de la Naturaleza (TIDN) hizo público hace algunos días sobre el voraz incendió que diezmó 6.4 millones  de hectáreas de Amazonía en la región de la Chiquitania boliviana. 36 territorios indígenas fueron afectados, se perdieron plantas y animales; seres inocentes e indefensos. Desparecieron humedales “de importancia mundial para la conservación de aves migratorias, estacionales y numerosas”. Las cenizas contaminaron las aguas, dañaron su calidad, lo que ocasionó la migración de comunidades indígenas, durante y después del fuego. Todavía huele a chamuscado y duele.

El TIDN es la instancia internacional que promueve “el respeto universal y la garantía de los derechos establecidos en la Declaración Universal de los Derechos de la Madre Tierra, con el fin de promover una coexistencia armónica entre los seres humanos y el resto de seres de la naturaleza”. Este tribunal declaró los incendios del 2019 como un “ecocidio provocado por la política de Estado y el agronegocio” y estableció la abrogación de las normas señaladas como “incendiarias” a fin de que este tipo de tragedias medioambientales no se repitan más. Tipificados los incendios como delito, aparecen como directos responsables “las autoridades administrativas, legislativas y judiciales que diseñaron la política y aprobaron el paquete legislativo”. Es decir el régimen de Evo Morales de 2019, el gobierno transitorio de 2020, las gobernaciones de de Santa Cruz y Beni, la Autoridad de Fiscalización y Control de Bosques y Tierra (ABT), el Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA), así como la Asamblea Legislativa, las bancadas del oficialismo y la oposición, la Fiscalía, el Poder Judicial y el Tribunal Agroambiental; todas entidades estatales que además favorecieron “las condiciones de impunidad para los perpetradores”. Figuran también como autores del ecocidio “los grupos fácticos representados por los grandes ganaderos y empresarios agroindustriales”.

Las encargadas de dar a conocer esta decisión histórica fueron los jueces Nancy Yañez, de Chile; Patricia Gualima, de Ecuador; y Felicio Pontes, de Brasil, “quienes dirigieron las audiencias virtuales” que se llevaron a cabo a mediados de agosto y durante las cuales “recibieron los testimonios de las organizaciones indígenas, activistas, bomberos, la Gobernación de Santa Cruz y el Gobierno Municipal de San Ignacio de Velasco”.

Aunque esta sentencia no es vinculante para el Estado boliviano, el fallo establece un antecedente “jurídico-moral en la defensa de los derechos de la naturaleza y los derechos de los pueblos indígenas”. Algo de justicia se vislumbra en este hecho, algo de luz sobre un hecho que nos llenó de impotencia y tristeza y que más temprano que tarde nos pasará una factura muy alta y difícil de saldar.

Nos queda añorar más justicia en Bolivia, más respeto a los derechos humanos y de la naturaleza. Más respeto a los derechos de la niñez y juventud. Nos toca esperar que la educación y la salud se conviertan en serio en prioridades de estado y que la justicia deje de ser la manzana del pecado que todos los políticos de turno desean morder. Así es que queda mucho camino por recorrer, muchas piedras que retirar y ojalá que nuevos líderes por apoyar. Bolivia merece una nueva libertad.

 

* Comunicadora social

Twitter: @mivozmipalabra

 

 

 

                                                    


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