LA COLUMNA ROTA - La hora de la verdad



 

 

Ana Rosa López Villegas*


Expectativa. Incertidumbre. Confianza. Dudas. Esperanza. Temor. Fe. No importa por cuál de estos sentimientos o estados de ánimo nos decantemos, lo cierto es que la realización de las elecciones generales del próximo 18 de octubre de 2020 nos ha puesto a todos los bolivianos en la misma condición. Es la segunda vez en un año que nos toca decidir. Esta vez asistiremos a las urnas con el coronavirus como telón de fondo y los doce meses de respiración contenida, cambios desenfrenados y arrebatos democráticos que llevamos por detrás. Ha sido un tiempo difícil para todos los bolivianos y lo que más deseamos es un poco de paz, de certidumbre y de luz en el futuro que nos tocará.

Entre octubre y octubre hemos sido testigos de la descabellada carrera política que llevaron adelante algunos de los ahora candidatos a la presidencia. Con sus idas y vueltas, con sus palabras sueltas y sus promesas huecas nos mostraron una vez más que lo que menos importa es la unidad, que la memoria es corta y que al parecer llegamos a estas condiciones electorales sin los 21 días épicos que los ciudadanos de a pie protagonizamos en las calles de todo el país para exigir que el régimen tirano de Evo Morales terminara de una vez por todas. 

En este cuento tan salido de sus cabales, comenzamos por ver a la presidenta convertida en candidata, asumiendo un rol dicotómico que lo único que hizo fue diseminar el malestar en gran parte de la población. Al final de cuentas, Jeanine tuvo que dejar la competencia. Ya no tiene caso atribuirles esta decisión a las encuestas o a las voces de descontento de sus propios colaboradores o a las traiciones de telenovela de quienes la ensalzaron en el momento que más les convenia. Pero bueno, de estos oportunismos crónicos está hecha nuestra “dizque” clase política. Lo que llama la atención es el inmediato descenso de las apariciones públicas de la mandataria y el súbito alejamiento de los medios de comunicación que la asediaban durante su coqueteo electoral siendo presidenta. Esas parecen ser las reglas del amarillismo político-electoral: mientras más obscenos los roles que asuman los candidatos, mejores titulares.

Hacer proselitismo desde una posición tan delicada y que requería el cien por ciento de sus fuerzas se convirtió de pronto en su propia trampa. Ojalá nuestro futuro le tenga guardado un lugar a la presidenta Añez. Quizá más adelante tenga una opción real de convertirse en una líder auténtica, en una representante autónoma de las mujeres bolivianas que demuestre su capacidad de tomar decisiones sin la presión de un grupo de machos envenados de poder a su alrededor. Sí, señor Murillo, usted es el primero de esa lista.

A Tuto Quiroga no lo extrañaremos en la papeleta, pero sí como candidato activo. Aunque, como buen boliviano, se esperó hasta el último minuto para tomar la decisión de declinar su candidatura, al menos nos deja la ilusión de que el uno por ciento que pretendía votar por él elija la opción que le haga frente al Movimiento al Socialismo (MAS), porque está claro que no estamos yendo a elegir al candidato que nos guste más o que más nos convenza. Nuestro voto, el tan gastado voto útil, es un voto consigna, un voto con el que todo esperamos alejar al masismo del poder, porque sería inaudito que volvieran después de todo lo que hemos vivido en estos doce meses de descalabro político que en gran parte es responsabilidad de los azules.

Y si quisiéramos recordar la historia, entonces tenemos 14 años para escoger una vez más lo que no queremos que se repita. ¿Piensa en esto el exlíder cívico cruceño Luis Fernando Camacho? ¿Por qué seguimos cargando en Bolivia el pesado karma de la polarización y el enfrentamiento? Da la impresión de que no importa de dónde provengan estas oscuras intenciones de separarnos, siempre caemos en lo mismo. Que, si los collas votan por Mesa, entonces los cambas por Camacho y mientras tanto, desde la vereda del frente se relame Arce Catacora y el jefazo está alistando maletas y casi tiene puesto un pie en la frontera. A él le sirve Camacho, es el seguro perdedor, ¿pero a costa de qué y de quiénes? ¿En serio enceguecen tanto las ansias de poder, señor Camacho? ¿En qué momento cambiaron tanto sus audacias y sus valientes consignas por defender la democracia?

En fin. Ha llegado la hora de la verdad. Pese a todo, buscaremos que sea un acontecimiento electoral limpio y que nos permita celebrar que la democracia existe y que se trata de una nueva oportunidad para salir de nuestros laberintos. Aprovechemos estos comicios históricos para recordarles a los políticos, especialmente a esos que quieren eternizarse en el poder, que el espíritu de las pititas no está adormecido, sino alerta y dispuesto a defender el voto. Pero con ese mismo espíritu tendremos que aceptar los resultados de las elecciones incluida una segunda vuelta. Y a pesar de los cientos de escenarios posibles que pueden circular en nuestras cabezas, el de tragarnos sapos por culpa de la sandez de algunos políticos puede hacernos ver al mismísimo diablo otra vez posesionado en el palacio.

Que el voto sea pensado, que refleje al menos unidad en el electorado, todavía queda tiempo para reflexionar y para algunos también para renunciar. Ojalá.

 

 

* Comunicadora social

Twitter: @mivozmipalabra

 

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