Ana Rosa López
Villegas*
“No pregunto a la persona herida cómo se siente. Yo
mismo me convierto en la persona herida”. Es una frase que se le atribuye al
poeta y humanista estadounidense, Walt Whitman. Esa es la manera que tenía él
de entender la empatía, pero hay muchas formas de hacerlo. Una de ellas es
intentando ponerse en los zapatos del otro. Tratar de meternos en la piel de quien
sufre o pasa por una situación difícil. Ser empático, sin embargo, no resulta
ser sencillo. Muchas veces nos dejamos vencer por nuestros propios demonios,
por nuestros propios conflictos, por nuestros temores o porque simplemente no
somos capaces de callar para referirnos a lo que sienten los demás. El
justificativo es que somos humanos, nada perfectos y muy proclives a cometer
errores.
Estos tiempos de absurdo tan oscuro y que muchos creímos
que podrían sacar lo mejor de nosotros, nos demuestran que también han sacado
lo peor. Odios y desprecios que solo engendran más odio y desprecio y esto es justamente
lo que menos necesitamos en estos momentos. Cada uno es dueño de sus opiniones
y de sus sentires y mientras el distanciamiento social lo permita, también somos
libres de compartir nuestras expresiones con quienes tengamos cerca. Las redes
sociales se han convertido en ese sentido en una forma de consultorio psicológico
y sentimental, son también fuente de esa polarización tan destructiva que nos
separa aún más, pero también parecen un obituario, una triste colección de nombres
de amigos, familiares, conocidos y desconocidos que perdieron la batalla contra
la Covid-19. Valgan estas líneas para rendir mi más profundo agradecimiento y
admiración a todo el personal de salud que sigue en la trinchera, mi homenaje a
todos aquellos que murieron defendiendo la vida. Son decenas de médicos y
enfermeras que están dejando vacíos inmensos en todos los hospitales del Bolivia.
Mujeres y hombres que también dejan a sus propias familias en la orfandad.
Profesionales que en ningún momento se resignaron a aguantar de brazos cruzados,
sino que extendieron su capacidad hasta el extremo de la muerte.
Lo que es definitivamente imperdonable y no se puede
justificar de ninguna manera es la falta de humanidad que ha demostrado Luis
Arce Catacora con sus declaraciones respecto a la pandemia. Sus palabras
textuales: “Así como nosotros aguantamos un gobierno de facto y resistido un
gobierno de facto hasta recuperar la democracia. Hoy nos toca aguantar y
resistir el coronavirus y hasta vencer y recuperar la salud del pueblo
boliviano”. ¿Qué pasa por el corazón del presidente? ¿Qué aprecia un hombre que
sabe lo que es sentirse al borde de la muerte? ¿Cómo calibra sus emociones una
persona que tuvo que apelar a la solidaridad de la gente para seguir un
tratamiento médico costoso fuera de Bolivia? ¿Tuvo que aguantar? ¿Qué tipo de
líder hay que ser para dar cabida a tanto odio y sed de venganza cuando se ven
los hospitales completamente rebasados, sin insumos y sin suficiente personal
médico? Ese nosotros al que tan ufano se refiere el presidente, no somos todos,
sin duda alguna. En ese nosotros están encerrados otra vez los fundamentos de una
discriminación enfermiza que nos dividió como país e hizo que nos destruyéramos
como hermanos. En ese nosotros están ¿quiénes, presidente? ¿Quiénes fueron esos
otros que no aguataron como usted el supuesto gobierno de facto? ¿Quiénes son
esos otros a los que ahora les toca aguantar los embates de la pandemia y hasta
cuándo tienen que hacerlo?
Si hubiese que elegir, creo que prefiero la figura de
fantasma del silencio con la que Arce caracterizó hasta ahora a su rol de
primer mandatario, a tener que escuchar sus grotescas declaraciones llenas de rencor
y vacías de empatía. Hacer gestión no es seguir envenenado por lo que hizo o
dejó de hacer el gobierno de Jeanine Añez, señor presidente. Hacer gestión es
este momento es agenciar los recursos necesarios para cubrir lo que mínimamente
se pueda en los centros médicos a todo nivel. No hablemos de grandes
inversiones en respiradores, hablemos de lo básico: barbijos, indumentaria de
bioseguridad, habilitación de hospitales y por lo menos más personal
especializado para las unidades de terapia intensiva del país. Antes de fijarse
en lo que han hecho los otros antes que usted, mire por favor la falta de
medicamentos por un lado y el agio descarado que se comete por el otro. ¿Cómo
va a enfrentar su gobierno este presente tan doloroso?
Eso de que “aguantar no significa encerrar a los
bolivianos en sus hogares en cuarentena rígida, no significa sacar a militares
y policía a defender a la población supuestamente del coronavirus, aguantar
significa resistir a este embate de esta nueva ola, pero no resistir sin una
estrategia” es una perorata hueca, señor Arce. No se trata de encerrar a los
bolivianos, hablamos de ser corresponsables de la salud de la comunidad
quedándonos en casa, usando barbijo y manteniendo la distancia. No se trata de
sacar a los militares y policías para reprimir, lo que se busca es llegar a la gente
cuya conciencia no alcanza para respetar las restricciones. ¿No resistir sin
estrategia? Pues bien, entonces díganos ¿cuál es la estrategia del gobierno
para combatir esta segunda ola? Ahórrese comparaciones odiosas que a estas alturas
ya no le importan ni le sirven a nadie. No curan y solo enferman más.
La responsabilidad está de nuevo en manos de los
propios ciudadanos, de todos sin discriminación de aguantares, porque la
empatía no se decanta por colores ni preferencias y está escrita también en ese
amar al prójimo como a nosotros mismos.
* Comunicadora
social
Twitter:
@mivozmipalabra
Instagram:
@misletrasmislibros
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