Ana Rosa López
Villegas*
Le dediqué las líneas iniciales de la primera columna rota
de diciembre a Eva Copa. En aquella ocasión escribí: “Estoy segura de que,
aunque no esté activa desde un curul en este momento ni tenga el poder que tuvo
hasta hace poco más de un mes, todavía escucharemos hablar de ella en el futuro”.
El futuro llegó y la apreciación no fue errada. Eva Copa ha dado de qué hablar
y lo ha hecho de la manera menos apetitosa para el Movimiento al Socialismo
(MAS).
En un movimiento de fichas totalmente inesperado para la alta
dirigencia masista, Eva Copa decidió no aguantar el pisoteo de los “dinosarios”
del partido, denominativo con el que las juventudes masistas se refieren a
Zacarías Maquera y al resto de su plantilla de candidatos a la alcaldía alteña.
Tras ser ninguneada por los dirigentes de su ahora expartido político, Eva no
dio un paso al costado, sino al frente y lo hizo para hacerse candidata a la
alcaldía paceña por la agrupación política denominada Jallala La Paz. Y no se
fue sola, con ella se marcharon varios militantes, especialmente los más jóvenes,
que vieron representado su hastío azul en la valiente decisión de la exsenadora.
Eva Copa asumió la presidencia del Senado en el momento
más crítico tras la renuncia y fuga de Evo Morales hacia México en noviembre de
2019. Pero no solo fue Morales el que salió corriendo como hacen las ratas
cuando el barco se hunde, también lo hicieron las principales cabezas del
Legislativo. La salida de Adriana Salvatierra, quien entonces ejercía la
presidencia de la cámara alta, propició un vacío de poder inaudito en un país
que se convirtió de un momento a otro en tierra de nadie. Aunque para muchos no
sea grato recordar, fueron Jeanine Añez y Eva Copa las dos mujeres que le hicieron
frente al huracán. De sus errores y aciertos podemos hablar incansablemente, así
como lo hace el gobierno actual en su rol de plañidera que no encuentra fin a la
pesada cantaleta de que todas las desgracias del país fueron ocasionadas en
tiempo récord durante el gobierno de transición.
Para Copa fueron meses difíciles en una posición a la que
seguramente no se había planteado llegar bajo circunstancias tan adversas. Tuvo
que aprender a ser más fuerte y la consecuencia natural fue su empoderamiento
como líder política que no está dispuesta a ceder lo que ha ganado por esfuerzo
propio. “Los alteños no transamos, tampoco somos llunkus, ganamos nuestro lugar
con esfuerzo, con trabajo. No todo el MAS está enfermo, no todo el MAS ansía
poder, no todos en el MAS están por cargos, el MAS también está por convicción”,
mencionó ella textualmente durante una entrevista ofrecida al diario Página Siete.
Su posición es sólida y su lectura clara, aunque todavía se conmueve hasta las
lágrimas por el revés que le dio el partido al que ella le dio alma, vida y
corazón, como también expresó en la entrevista y esforzándose para no surcar de
lágrimas la piel morena de su rostro.
¿Cuál fue su pecado? ¿Por qué el MAS decidió expulsar de
sus filas a una de sus militantes más aguerridas y fieles? ¿Por qué prefieren
rifar sus posibilidades electorales en El Alto dejando ir a una potencial
ganadora? Pues sucede que dentro del partido de gobierno nada ha cambiado ni
cambiará. Si alguna vez pensamos que tras la estrepitosa caída del MAS en 2019
algo habían aprendido y sacado como lección, su victoria electoral en 2020 llegó
para envalentonarlos aún más de soberbia, orgullo y sed de venganza. Nada ha
cambiado en su deseo enfermizo de hacerse del poder a toda costa. El machismo
estructural que atraviesa el partido es una patología intratable y sigue abriendo
heridas que supuran pus y que terminan con un inevitable resquebrajamiento de
sus débiles ensambladuras. Ahí disiento totalmente con la expulsada del edén
azul, porque el MAS sigue enfermo y de algo mucho más dañino que el propio
virus que todavía asola a Bolivia sin que las autoridades sean capaces de
actuar. El MAS está enfermo de ego y mientras los afectados sean muchos, las
ínfulas de poder serán más grandes y menos domesticables. Dudo mucho que Arce
Catacora y Choquehuanca tengan el músculo de la cohesión entrenado. Por su
parte, el jefazo ya ha visto -sillazo de por medio- que su palabra ha dejado de
ser ley, que en el olimpo al que pretendió volver como un inquebrantable Zeus,
los subdioses también han dicho su palabra. Eva mordió la manzana, habló con la
serpiente o como sea que quieran ver su pecado los masistas, el hecho es que su
nuevo paraíso se llama Jallala La Paz y su mirada está puesta en la alcaldía de
su tierra natal, El Alto. Lo que vemos desde afuera es el quiebre de una fuerza
política que, si bien ganó los comicios presidenciales de una forma que para
muchos fue todo un balde de agua fría, se ha convertido en un rompecabezas en
el que ninguna pieza encaja.
De esta manera comenzamos este 2021 tan ansiado y que en términos
de pandemia viene calcado del 2020, con distanciamiento social, con barbijo y
ojalá con más respeto y las restricciones y a las medidas de bioseguridad. Año electoral
en Bolivia con candidatos que van desde intérpretes de cumbia hasta periodistas.
El 7 de marzo sabremos más, si es que la pandemia lo permite.
* Comunicadora
social
Twitter:
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@misletrasmislibros
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