Ana Rosa López
Villegas*
Soledad Chapetón nunca olvidará el 17 de febrero de 2016.
Nadie podría ni debería hacerlo. Ese aciago día fallecieron seis funcionarios
de la alcaldía alteña víctimas de la furia y la saña de una turba enardecida
conformada por representantes y miembros de las juntas escolares e infiltrados
pertenecientes al Movimiento al Socialismo (MAS) que reclamaban refacciones en
las escuelas. Lo que inició como una protesta, derivó en un violento ataque a
las instalaciones de la alcaldía alteña. Hubo destrozos, saqueos y un incendio
que terminó con la vida de Rosemary Mamani, Gloria Calle, Ana Apaza, Juan
Laura, Javier Mollericona y José Ortiz, seis personas inocentes que dejaron
familias, hijos, hermanos, madres y padres con un dolor irreproducible y sin
ninguna explicación. Absolutamente nada podía justificar la barbarie vivida
aquel día. El país entero se conmocionó ante esos hechos y el clamor de
justicia se hizo escuchar en todas las instancias.
Tampoco podemos olvidar la impotencia y la rabia que
sentimos ante las cínicas declaraciones de la policía cuya excusa para su
inaudita ausencia durante la protesta y el incendio tampoco encuentran
explicación hasta ahora. Dijeron no tener “idea de lo que estaba pasando” en el
edificio y que la turba impidió su trabajo. No acudieron al desperado llamado
de auxilio de los funcionarios de la alcaldía ni de los vecinos que veían con espanto
el trepar de las llamas y del humo en la infraestructura edil. Cuando por fin
se dignaron a llegar, el crimen ya había sido consumado, muchos de los
responsables habían desaparecido y se contaban muertos y heridos. Tres años más
tarde apenas cinco de los acusados fueron sentenciados por homicidio: Víctor Hugo Tola Herrera, Álvaro Calvimonte,
Wilmer Sarzuri, Hipólito Tito Cutili y
Juan Flavio Altamirano.
El entonces jefe regional de la Policía de
El Alto, coronel José Peña fue destituido y quien fuera en ese tiempo
viceministro de Régimen Interior, Marcelo Elío, no tuvo mayor reparo en afirmar
que se trató de un autoatentado. En esa absurda dimensión paralela masista que
tanto daño le hace a Bolivia, que busca solo polarizar y buscar enfrentamientos,
el “atentado” que sufrió la alcaldía alteña fue en palabras del ahora fallecido
Elío una “franca provocación” de los funcionarios a los marchistas debido a que
les echaron agua hervida y otros elementos desde el edificio.
El nombre del exdirigente gremial Braulio
Rocha tampoco puede sernos indiferente. Él fue uno de los principales acusados
de provocar la quema de la alcaldía y muerte de los trabajadores municipales. La
valiente Soledad lo denunció con firmeza, apuntó a Rocha y a exfuncionarios de
la gestión municipal del masista Édgar Patana (MAS), por el saqueo, quema y el
fallecimiento de seis personas por intoxicación.
Así se sacudieron los comienzos de la gestión
edil de Soledad Chapetón, amedrentada por los seguidores de un partido político
que desconoce e insulta a la democracia cada vez que sus caprichos electorales
o políticos no se ciñen a su autoritaria forma de gobernar, cada vez que se
siente atacado o reprochado, que no entiende de consenso, que no acepta la
diversidad política, que no respeta ni la vida.
Dos años después de aquel doloroso 17 de febrero, el
2018, cuando tuve la oportunidad de entrevistar a la alcaldesa y de preguntarle
cómo veía su futuro político en los siguientes diez años, la Sole, como la conocen
de modo cariñoso en El Alto, dijo que era una pregunta difícil de responder. “En
estos dos años y medio que llevo como alcaldesa, he tenido que vivir muchas
situaciones que nunca había experimentado. El pasado 17 de febrero de 2016,
perdí a muchos empleados por una acción muy cobarde y criminal. También perdí a
mi padre repentinamente y aunque muchas personas me han demostrado que los
seres humanos debemos tener deseos, metas y planes, también sabemos que
nuestras vidas y nuestro destino no están necesariamente en nuestras manos. Sin
embargo, tengo un objetivo en la vida y es la obligación que tengo con mi
ciudad natal y ésta es también la razón de mi participación política”, mencionó
y añadió que, si Dios y también el pueblo le permitían terminar sus cinco años
de mandato, seguiría trabajando para institucionalizar y seguir poniendo orden
en la ciudad de El Alto. Esa era su meta y está a punto de conseguirla a punta
de valor, entereza y tras haber superado el trauma de aquellos hechos que enlutaron
a todo el país.
Y según indican las encuestas electorales, Chapetón le
entregará la posta municipal a Eva Copa, otra mujer alteña que viene cargando
una fuerte herencia masista, que ha logrado concretar su candidatura zafándose
del del machismo destructivo del oficialismo que acosó sin piedad a Soledad
durante su gestión. Si de ventajas se puede hablar, la de Eva es que sabe de
quiénes se trata y de lo que son capaces de hacer, ya sea por venganza o por
imponer sus ideas a como dé lugar. Eva lo sabe.
Así han pasado cinco años desde aquel 17 de febrero de
2016, un lustro de sobresaltos democráticos no solo para El Alto, por eso le recordamos
hoy a las víctimas y a sus familias, les rendimos homenaje. Hoy también
aplaudimos de pie a la valiente Soledad y esperamos en Dios que la siguiente
alcaldesa pueda cumplir sus metas y compromisos electorales gozando de las garantías
y libertades que ofrece una democracia en circunstancias normales. Ojalá.
* Comunicadora
social
Twitter:
@mivozmipalabra
Instagram: @misletrasmislibros
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