LA COLUMNA ROTA - Hemorragia y pestilencia

 

The Machine Bleeds | Pinturas abstractas, Abstracto, Cristianos

Ana Rosa López Villegas*

 

Beber de la copa del odio envenena. La venganza nos destiñe el alma y trae dolor. Nos ciega. Y para quienes tenemos que presenciar actos de injusticia descarados, la impotencia nos gana, nos deprime, pero también nos une y nos fortalece. Ha retornado la oscuridad a Bolivia y viene vestida de soberbia y de una arrogancia descomunal. El Movimiento al Socialismo (MAS) ha vuelto a tomar por asalto a la justicia, se sirve de la democracia como si de una letrina se tratara y ningunea el estado de derecho a su regalado antojo.

Ojalá pudiésemos apuntar con el dedo al responsable de esta ola de violaciones a la ley y esperar que las normas se apliquen sin titubear. Ojalá estos traficantes de la justicia dieran la cara y argumentaran sus actos con palabras. Pero nada hay de eso, absolutamente nada. Porque todos se esconden bajo el mismo eslogan: “No es venganza, es justicia” y en su empobrecida forma de actuar se ensañan primero con los supuestos culpables, los cazan como si de fieras salvajes se tratara y después de ponerlos tras las rejas, elucubran las causas de la detención, invocan a “testigos clave” que no son otra cosa que títeres manipulados y siguen desaguando sus pestilencias sin pudor. Lidia Paty y Teresa Morales, la acusadora y la testigo ¡qué triste papel!, que manoseo tan nauseabundo de su voluntad.

¿Y los que miran desde la trinchera del odio? Justifican lo injustificable. Se relamen en su maldad e insisten en un libreto que se cae de tan cargado de absurdos que está. Su autosuficiente egolatría es un monstruo grotesco que, si pudiera, llevaría a la mitad de Bolivia y del mundo a la prisión, porque tan insolente es su angurria de rencor, que la sola idea de que una persona pueda pensar distinto a ellos les hace caer en una histeria enfermiza y una demencia visceral que parece no tener ni antídoto ni final.

La expresidenta constitucional de Bolivia, Jeanine Añez se encuentra recluida desde hace ya casi una semana en el Centro de Orientación Femenina de Obrajes. Sí, se trata de la mujer que se hizo cargo de una Bolivia que se despezaba, de un gobierno de transición que urgía y que, sin olvidar los errores cometidos, logró apaciguar las aguas después del caos. La acusan de sedición y terrorismo por el caso del “golpe de estado” que habría derivado en la caída y posterior huida de Evo Morales Ayma en noviembre de 2019. Pero fue él quien amenazó con cercar ciudades para dejarlas sin alimentos, para que no aguanten, para que una vez más se imponga un poder corrupto, nocivo y venenoso. Fue él quien huyó hacia México dejando un país en llamas, estremecido y dolorosamente dividido. Él fue el responsable y autor directo del fraude. Es él quien se pasea campante por las calles, saboreando jovencitas y digitando desde su mutilada capacidad de aceptar la realidad que le rodea, la demolición de un país y de un estado de derecho que nunca merecieron tenerlo como presidente. No, esto no puede llamarse justicia. Estamos frente a un grosero atropello judicial y abuso de poder de la peor calaña.  

La sucesión constitucional con la que se obró durante esos días en los que Bolivia era la tierra de nadie, fue avalada por los mismos que hoy se rasgan las vestiduras gritando a todos los vientos que se trató de un golpe. ¿Podemos sentirnos más insultados los bolivianos ante tal afrenta? ¿Cómo es posible sostener una mentira de esas dimensiones y seguir viviendo como si no se tuviese conciencia? Fuimos miles de bolivianos los que salimos a las calles a decir basta a un gobierno autoritario que intentó hacerse del poder a través de un fraude electoral que fue ampliamente comprobado por instancias internacionales. Bolivia se mantuvo firme a lo largo de 21 días. Que las Fuerzas Armadas hayan sugerido o no la renuncia de Morales es ahora un detalle, porque la inercia del rechazo ya no se podía detener. Pero nada de esto parecer ser suficiente para sacudir odios y mirar limpia y serenamente al futuro, buscando reconciliación. Al parecer no hay un interés común que defender, tampoco un país por el que luchar, para reactivar su economía, para vacunarlo contra el coronavirus, para suturarle las heridas que otra vez han sido abiertas y de la peor manera. Sangramos de nuevo y le hemorragia es severa.

¿Qué se puede decir de los gobernantes actuales? Por si no recuerdan los nombres, el presidente se llama Luis Arce Catacora y el vicepresidente, David Choquehuanca. Se puede decir lo que se dice de un despojo sin vida o de un fantasma, que su presencia está reducida a cenizas, porque su silencio no otorga, su silencio condena, amenaza y nos demuestra una vez más que en Bolivia no hay gobierno, sino fuerzas ignominiosas que no se cansan de maltratar, que buscan enfrentamiento entre hermanos. Y si no son silencios, son tibiezas viles como la de Eduardo Rodríguez Veltzé que ha caído todavía más bajo en la escala de la dignidad.

Olvidarse de lo que Bolivia hizo entre octubre y noviembre de 2019 puede costarle al gobierno la oportunidad histórica de la que todavía goza, pero que escuchen: ¿Quién se cansa? ¡Nadie se cansa! ¿Quién se rinde? ¡Nadie se rinde! Y sepan que, aunque tarda, la justicia llega.

 

  

* Comunicadora social

Twitter: @mivozmipalabra

Instagram: @misletrasmislibros

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