Me impresiona la
minuciosidad con la que el Ministro de Gobierno, el jovenzuelo Del Castillo,
hace su tarea. Me pasma la soltura con la que se refiere a la decena de
denuncias en contra de su antecesor, Arturo Murillo y a la cincuentena de
supuestos involucrados en dichas acusaciones. Me deja atónita la agilidad de
sus indagaciones y la precisión de los números con los que quiere demostrar la
culpabilidad de los nombrados. Da la impresión de estar obsesionado hasta el
extremo con el gobierno transitorio. La persecución de adversarios políticos se
ha convertido en su razón de vivir. Parece que no se entera de que mientras él
vierte declaraciones de rencor y cacería, en el país mueren hombres y mujeres
de su misma edad debido a la llegada de la tercera ola del coronavirus y al
contagio aún más feroz que provoca la cepa brasilera. ¿Sabrá que el oxígeno
escasea en Cochabamba y que hay pacientes que siguen sin conseguir atención de
emergencia para tratar la enfermedad? Una vez más pregunto si la joven
autoridad no cuenta con asesores, al menos uno que no divague en el limbo de la
necedad.
¿De qué más se ocupa Del
Castillo en su papel de ministro agrandado? Puedo suponer que en sus momentos
de ocio pide los nombres de los policías
que estuvieron de servicio en noviembre de 2019. No, el Comandante de la
Policía de La Paz no pierde su tiempo en hacer que sus uniformados ocupen las
calles para evitar aglomeraciones, él necesita presentar la lista de los
oficiales que participaron en supuestas actividades sediciosas. El desglose
milimétrico de tales actividades es digno de una tesis académica. Se busca a
los policías que prestaron sus servicios entre el 6 y 7 de noviembre de 2019,
cuando Luis Fernando Camacho Vaca, llegó a La Paz. Entre el 8 y 9 de noviembre
de 2019, cuando estalló el motín en unidades policiales. El 10 de noviembre de
2019, cuando se procede con el corte de la Wiphala del uniforme policial. El 13
de noviembre de 2019, cuando no dejaron ingresar a la Plaza Murillo a la
senadora del Movimiento al Socialismo (MAS), Adriana Salvatierra. Ese el
espacio temporal en el que el gobierno actual ha atascado sus neuronas. Su
mirada no abarca el futuro como posibilidad para avanzar, ni siquiera el presente
les hace reaccionar de su entumecimiento. Solo el pasado y la cada día más absurda
y fofa teoría del golpe hace que la diligencia de sus actos no admita retraso
ni error. El profundo silencio de los primeros hombres del Estado es un síntoma
de absoluta negligencia frente a su obligación de trabajar por el país para por
lo menos aparentar que son conscientes de su mandato.
Del Castillo es el vivo
reflejo de ese gobierno que diluye su presencia en una dimensión paralela. El
gobierno de Luis Arce y de David Choquehuanca deambula en un país que solo
existe en sus mentes atiborradas de odio y sed de venganza. Sus esfuerzos no
están dirigidos a los bolivianos, no hay eficiencia para masificar las vacunas,
pero sí para tomarse fotos con las pocas que llegan. No hay empatía alguna con
las víctimas del coronavirus ni con sus familias, pero sí displicencia para
establecer estrategias que combatan la pandemia. Ojalá viéramos el mismo esmero
gubernamental con el que se persigue y encarcela a los opositores para lanzar
campañas de sensibilización dirigidas a la población sobre la necesidad de
vacunarse o para cubrir las necesidades más urgentes de los centros de salud
del país que ya no dan abasto para la atención de pacientes con Covid-19.
Los números de los que
debería preocuparse el gobierno son los que en este momento superan toda
fórmula matemática y se sufren en cada uno de los rincones del país. Pero hagámoslo
al estilo quirúrgico de Del Castillo. El día 19 de mayo se registraron 2.766
nuevos casos de coronavirus lo que suma un total de 340.207 contagios en total
en Bolivia. Santa Cruz, la de los pandilleros según la boca suelta del
expresidente Evo Morales, sumó 913 casos y ocupa el primer lugar. Tarija, la
ciudad de los oligarcas a decir del presidente Luis Arce, contó 210 nuevos
casos hasta la fecha mencionada. 13.693 personas han fallecido hasta ahora. Son
100 los municipios declarados en alto riesgo debido a la enfermedad. Y ya han
pasado 193 días desde que el Movimiento al Socialismo (MAS) inició su segunda
ola de gobierno. Del rimbombante proceso de cambio con el que Morales se llenaba
la boca, pues solo queda la boca de Morales y las peligrosas escisiones internas
que cada día se salen más de su resquebrajado cauce partidario.
En un momento en el que lo
más importantes es sembrar alianzas, recuperar la solidaridad de la gente, construir
puentes para superar las distancias que todavía nos separan como bolivianos e
infundir algo de confianza, lo que menos necesitamos es ver en los periódicos y
noticieros del país la cara de las autoridades de gobierno haciendo gala de su
poder para combatir a los fantasmas de la transición, lo que debería importar
son los vivos que buscan superar la enfermedad, salir a trabajar y avizorar un mañana
libre de pobreza y de enfermedad.
* Comunicadora social
Twitter: @mivozmipalabra
Instagram: @misletrasmislibros
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