Ana Rosa López Villegas*
El silencio
es uno de los mensajes más poderosos que conozco. También es un cómplice cruel.
Por eso callar no puede ser una opción. En Bolivia callar es otorgarle a la
infamia y a la iniquidad una oportunidad de reproducción, es como darles una
roca para que sigan apedreando a la democracia, a la justicia y a la libertad.
Hoy te
escribo a ti, Carolina Ribera Añez, porque tu rostro sacudido de dolor, de
indignación e impotencia me conmueve profundamente. Porque tus lágrimas; tu
incansable y lastimero trajín en pos de justicia no me son indiferentes. Hoy me
dirijo a ti, con la esperanza de que mis palabras te lleguen como un abrazo de
consuelo. Como una voz de ánimo y de admiración. Como un bálsamo que alivie en
algo el padecimiento que se te ve tatuado en los ojos y en las muecas de
angustia en las que se han convertido tus expresiones. Te escribo como una hija
que hubiese hecho hasta lo imposible por su madre; por verla sana, tranquila,
feliz y libre. Que, como tú, no descansaría con tal de sacudir del encierro al
despojo viviente en el que quieren convertir a Jeanine. Te escribo como una
madre que jamás querría ver a sus hijos convertidos en una sombra penante, como
unos fantasmas abatidos y desamparados. Te escribo como una boliviana que
reconoce que has entregado tu vida a una sola causa y que en lugar de apoyo, sé
que recibes patadas, insultos, burlas, sarcasmos y reveses de un régimen violento
e indolente. Un régimen poseído por la despreciable adicción a la venganza y al
poder. Tampoco puedo entender la “lógica” de las víctimas de las masacres de
Senkata y Sacaba que buscan resarcimiento por sus pérdidas gritando con
desprecio que “por lo menos tú si puedes ver a tu madre viva y no en el
cementerio. ¿Cómo puede amputarse la empatía hasta ese extremo?
Apenas
puedo imaginarme el calvario que estás pasando. No soy capaz de traducir el
insomnio permanente en el que se han convertido todas tus vigilias. Te pido,
aunque suene tan fácil, que resistas; que te aferres al anhelo de justicia por
el que clamamos todos los bolivianos, dentro y fuera de las fronteras de nuestro
país. Le pido a Dios que no te flaqueen las fuerzas, que sientas que hay mucha
gente que te sostiene, que se identifica plenamente con la guerra que estás
librando. Le pido a Dios por la vida de tu madre y en nombre de ella, por la
vida de todas las madres que han perdido a sus hijos, ya sea por muerte o por
cárcel; que están a merced de una justicia asquerosa y de un gobierno tirano.
No callamos
el horror que se vive en Bolivia, en cuyas cárceles pasan la noche cientos de
presos políticos sin causas justas ni debidos procesos, sin pruebas; pero no
los feminicidas a los que protegen no solo la policía y los jueces, sino los
propios gobernantes. Porque son criminales con privilegios, porque tienen
permiso para matar y contar cientos de víctimas y gozar de libertad, porque la
vida de las mujeres no vale nada para el régimen que nos gobierna desde hace ya
casi dos décadas. No debemos olvidar el nombre de Richard Choque Flores, condenado
en 2015 a la pena máxima establecida en el Código Penal boliviano: 30 años de
cárcel sin derecho a indulto por el asesinato y violación de una joven de 20
años. Pero el asesino apadrinado por un poder corrupto se encontraba bajo arresto
domiciliario y sin custodia desde 2019. Que tampoco se nos olvide el nombre del
juez Rafael Alcón Aliaga que lo permitió.
En las
cárceles no están los narcotraficantes que han hecho de Bolivia su fábrica y su
negocio, que se pavonearon en el poder y ordenaron ahogar a las ciudades hasta
dejarlas sin alimentos, que presagiaron que Bolivia se convertiría en un Vietnam
moderno, que apelaron a la muerte, a la violencia y a la disputa entre hermanos.
Los verdaderos delincuentes siguen libres, asumen cargos y gobiernan un país en
el que la decencia política es una moral flexible que todo lo justifica y lo
permite.
En las
celdas no están quienes dejaron sin oxígeno a La Paz durante la peor etapa de
la pandemia, no están los que quemaron 70 buses Puma Katari en 2019 ni los que atizaron
el fuego de los conflictos sociales tras la renuncia de Evo Morales en ese
mismo año. En las cárceles están la democracia, la justicia a la libertad.
Maniatadas, amordazadas y violadas. Como las mujeres que violó y asesinó
Choque, son pocos los que levantan la voz por ellas, apenas unos cuantos las
defienden y ahora que el país se sumerge en un carnaval de contagios, los
poderosos aprovechan para echar tierra y olvido sobre esas muertes; solo les
interesa levantar las banderas del odio y la persecución.
¡Resiste,
Carolina Ribera, resiste Jeanine Añez, resiste Bolivia!
* Comunicadora social
Twitter: @mivozmipalabra
Instagram: @misletrasmislibros
Excelente artículo. Muy sentimental sin caer en el sentimentalismo. Enhorabuena
ResponderBorrarMuchas gracias por leer, sé que lo haces siempre.
BorrarExcelente 👌
ResponderBorrarGracias por leer.
BorrarEscribiste con el corazón ❤ gracias. Oramos. Dios no está dormido. Confiamos
ResponderBorrarDios no está dormido y nos ama. Amén. Gracias por leer.
BorrarMe gusta lo que escribiste, Anita. Es una pena que muchos de nosotros callemos o seamos indiferentes ante esta crueldad y ensañamiento con esta mujer, que aunque quieran borrar de la historia, fue presidenta constitucional de Bolivia y debería tener el tratamiento que esa investidura merece.
ResponderBorrarAsí es, amigo, gracias por tu apoyo.
BorrarAna Rosa Lopez, si tal fuera el régimen que señalas, está seria tu última columna, ya que un régimen no aguanta este tipo de cosas, ya habría saoido una Roxana Lizarraga a decirte sediciosa y encerrarte callando tu voz y torturada por un Murillo que habría ordenado al Matador Mamani que se saque su la verdad a golpes, es es un régimen, eso es una dictadura y eso ya lo vivimos el 2020, nos encerraron y robaron... pero en "este régimen" que dices, tu tienes la libre expresión y ko estas coartada por nadie, talvez criticada por quienes piensan a favor o en contra, pero lo único que te puedo decir es que entiendas que hay 38 muertos y sus familiares reclaman justicia, no venganza, si no JUSTICIA... porque al defender con ciertas palabras a Carolina y su madre, parecería que los muertos no te importan y una cosa es clara, nada justifica la violencia y mucho menos nada justifica los muertos, y si eso no te importa, pues la que estaría siendo toda una dictadora sería tu, al favorecer solo un lado golpista y no la verdad.
ResponderBorrarCreo que deberías leer nuevamente la columna y revisar tu músculo empático. Bendiciones.
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