La Paz de los 200


Sol de julio, frío de invierno. Se despereza La Paz que nunca duerme, la ciudad viviente… Fluye el Choqueyapu a lo largo de tus entrañas de cemento, esa tu escondida aorta vital que tanto te da vida como te contamina y de a poquito te mata. Te vigila milenario y celoso el Illimani desde su blanca soledad. A 200 años de tu revolución... te festejan y te honran, cuando la paradoja de tu nombre es revolución misma y el contraste de tu esencia, la magia citadina de tus días y de tus noches.

Sol de julio, frío de invierno. Los borrachitos de la Perez amanecen arropados de chaqui , perfumados de tufo y de vómito… congelados. Las caseritas del Lanza preparan las ollas, el calor de los caldos, las llauchas , el plato paceño, la infaltable llajua . Las marraquetas doradas madrugan en las tienditas de barrio con su olor a caliente y su crujiente coraza. Los voceadores de minibús comienzan su cotidiana letanía de nombrarte, La Paz; de armarte y desarmarte, rompecabezas de gritos ausentes de ecos… ecos imposibles en una sonora jungla de colores, de sabores, de rostros, de manos, de azares, de huellas, de altura. Jaula de quejas y quebrantos, de amores y pasiones.

Los jailones de la Zona Sur apenas se enteran del bullicio citadino que en el casco viejo te agobia y te sofoca, resguardados en palacios que nadie podría imaginar como cohabitantes del mismo suelo de los conventillos y las pocilgas que se caen en los cerros y en los lotes sin dueño. Contraste inexplicable que cobija y atrae, por eso cuando el gringo llega, te conoce, se embeleza, se encamota , se cautiva, se embriaga, a duras penas te abandona. Mientras tanto son los propios los que te amenazan, te bloquean, te huelgan, te incendian, te vejan, te aman. ¡Oh, linda La Paz!

Los lustrabotas se encapuchan y se reparten; anónimos y cómplices se diseminan a lo largo de tus arterias y te cosquillean en las esquinas. Los canillitas se han apropiado de tus contornos, te dejan olor de imprenta y manchas indelebles de tinta negra, noticias de tragedia y de gobierno. Son testigos de los andares de tu larguísima historia… Chuquiago Marka aymara, capital de capitales aunque a los “blancos” les dé ataque.

Sol de julio, frío de invierno. Crujen desde temprano las espaldas de los aparapitas de la Eloy Salmón, sudan ya sus hedores las comideras de la Uyustus , se arremolinan los agachaditos al pie de los improvisados toldos. Derramada de misterios y hechizos, tapiada de aguayos y de mantas se extiende colorida la Ságarnaga … fetos de llama, mesas dulces, magias blancas, negras intenciones. El pajpaku en la San Francisco te ha untado los adoquines con grasa de víbora, diente de león, aceite de tortuga… ¡Oh, linda La Paz!

Año redondo te bordan los artesanos de Los Andes , año redondo te bailan, te orinan y te liban los danzantes. Año redondo se enfervoriza y se emputa el trosco de la UMSA , te pintarrajean de verdades las Mujeres Creando, se mimetizan entre tus recovecos los “homos” callando. Ciudad de diputados, de senadores, de ministros, de embajadores… ciudad de todos los encantos.

Atardece… las cholas de Las Cholas apilan los sándwiches, enfrían las cervezas y se hinchan los bolsillos con los billetes de los señoritos de auto último modelo y altoparlantes. Al otro lado de tus límites están las cholas de Las Velas sazonando los anticuchos que habrán de curar las etílicas amarguras del fútbol y del despecho.

A la hora de tus sombras se despiertan los espíritus de la Jaén , tus fantasmas, arrastrando sus cadenas y sus pesares, entonando alaridos estremecedores en busca de La Paz de sus almas, recogiendo a su paso vivos incrédulos y crédulos incautos.

Traviesa reina de los contrastes, abandonada dama de las villas y los pobres, Nuestra Señora de los ricos. Compañera enigmática de la luna, la noche te recorre hace más de 200 años, te desnuda los rincones mágicos relamiendo tus místicas orillas. El mismo sol de hace 200 años irradia tus discordes en perpetua discordia, tus desórdenes, tu carisma.

Miraflores, Sopocachi, San Pedro… río abajo, cerro arriba. La noche volteada, la ciudad de las luces y los neones que compite con el oscuro terciopelo de los cielos. Titilan las estrellas en tu firmamento, fugaces cruzan algunas a lo largo de tu ahuecado lecho. Achumani, Irpavi, Obrajes, Los Pinos… se me olvidan tantos nombres, tantos anónimos recuerdos. En El Prado se levantan cual púas los incontables edificios que te hacen moderna y apretada, las calles que suben y las que bajan, las que serpentean por tus curvas sembrando caos, estrés y desconfianza.

Más nada sé de ti y de tus embaucadores misterios ¡Oh, linda La Paz! La ciudad de los 200, de todos, de nadie… mi ciudad prestada.








Fotos: Camilo Cárdenas M.

Comentarios

  1. Hay hermana!!! gracias por ese paseo por casa...que afortunadas somos de haber sido parte...y de serlo siempre y para siempre de todo eso...de nuestra eterna La Paz.

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