Las entrañas anónimas de la Pachamama. Luces y sombras del enfoque de género

(Artículo publicado en el primer libro temático de la Revista Digital de LatiCe: América Latina contada por ellas. Marzo de 2010)


“Me estremecieron mujeres,

que la historia anotó entre laureles,

y otras desconocidas, gigantes,

que no hay libro que las aguante”

(Mujeres, Silvio Rodríguez)



Mucho antes de que el astro rey se pose detrás de las altas montañas y sobre las verdes planicies, la Pachamama (Madre Tierra) ya ha saciado su sed con el sudor de las mujeres que día a día hacen de ella su fuente de trabajo y de sobrevivencia. Tierra y territorio se traducen así en el espacio vital no sólo de los hombres que siembran y cosechan parcelas , sino también de las mujeres que en la mayoría de los casos se ven forzadas a abandonarlas debido a la pobreza y al olvido e indiferencia del Estado. Es así que esta contribución busca analizar las luces y sombras del enfoque de género en la problemática de tierra y territorio en Bolivia a través de reflexiones puntuales sobre algunas normas clave como la Reforma Agraria de 1952, las consecuencias de la aplicación de la Ley de Participación Popular de 1994 o las expectativas y desafíos territoriales de la refundación del país como Estado Plurinacional (2010). Estas medidas –concebidas como revolucionarias en su momento- son sólo algunos de los muchos hitos históricos que nos permiten desentrañar este tema sin dejar la intención principal de este artículo: la posición y actuación femeninas.


Tierra y territorio están íntimamente vinculados a la población indígena del país y más profundamente a la labor de la mujer campesina, puesto que en muchos casos es ella la que debe enfrentarse con dobles y hasta triples jornadas laborales que incluyen el trabajo agrícola, cuidado de animales, administración del hogar, educación y manutención de los hijos cuando es el hombre el que debe salir del pago en busca de mejores condiciones de vida. Lamentablemente y muy a pesar del enfoque de género y de sus avances en el país, este esfuerzo no se contabiliza en las estadísticas económicas del Estado y sin embargo la tierra-mujer no deja de producir nunca. No puede, no debe.


¿De indias a campesinas?


La Reforma Agraria de 1952 que fue impulsada por el ahora extinto Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) es uno de los primeros hitos históricos relevantes en cuanto a la temática de la tierra y el territorio en Bolivia. A través de esa revolucionaria medida, el país tuvo que reconocer no sólo la existencia de un territorio nacional prácticamente desconocido en términos de uso y ocupación adecuados de la tierra, un territorio abandonado por el Estado en cuanto a fortalecimiento e impulso agroindustrial y pecuario; sino también la existencia de una población campesina hasta entonces recluida en la discriminación y la exclusión social. Los indios dejaron su condición de pongos[1] y pasaron a ser llamados campesinos, asimismo se les confirió en parte, el título de propiedad de una tierra que debería haberles dado la oportunidad de alcanzar un mejor nivel de vida y que a la larga los aisló del crecimiento urbano obligándolos a migrar.


Por otra parte, la Reforma Agraria no logró evitar a fondo la concentración de la propiedad de la tierra en unas pocas manos y la formación de oligarquías territoriales y latifundistas, especialmente en el Oriente boliviano. En este proceso de cambio la mujer y el enfoque de género –concepto inexistente en aquellos años- no consiguieron ningún papel protagónico, ningún reconocimiento social ni político públicos. La población femenina permaneció en el anonimato durante varias décadas más; con muy pocas excepciones, puede afirmarse que su rol dentro de la historia del país se inició con la recuperación democrática en el año 1982.


A pesar del nulo reconocimiento de la presencia y trabajo de la mujer en las luchas por la reivindicación de la tierra y el territorio, el género femenino no se ha mantenido pasivo y ha continuado contribuyendo desde su obligado silencio no sólo a la recuperación de la tierra como un patrimonio cultural y étnico de los pueblos indígenas, sino como la base territorial de organizaciones sindicales y emprendimientos sociales y económicos -a pequeña escala- que le han permitido integrarse y hacerse visible, un ejemplo claro: la creación de la Confederación Nacional de Mujeres Campesinas Indígenas Originarias de Bolivia "Bartolina Sisa" a comienzos de la década de los ochenta.


Es así que en diferentes ámbitos territoriales, la mujer ha ido luchando contra la discriminación de género, no podemos olvidarnos por ejemplo, de las palliris, mujeres mineras que hicieron del producto de los oscuros socavones el pan diario y de las minas su espacio vital; de las mujeres cocaleras que al igual que los hombres defendieron y aún defienden a rajatabla los sembradíos de la hoja milenaria de las incas con tal de no perder sus fuentes de trabajo y sus hectáreas que también son su territorio de vida; de las mujeres gremialistas que hacen de las calles de la ciudad su espacio vital, su territorio laboral que al mismo tiempo les sirve a sus hijos de escuela, comedor, dormitorio y cuarto de juegos. Si se trata de definir territorio desde un enfoque de género, la mujer boliviana lo ha hecho y lo sigue haciendo con la imaginación que brinda el propio instinto de supervivencia; territorio se entiende así, como el espacio que le permite a la mujer desenvolverse como madre de familia y trabajadora a tiempo completo.


Las faldas de la democracia


A partir del restablecimiento democrático del país a principios de la década de los ochenta, la tierra y el territorio se han consolidado como fuente de conflictos y enfrentamientos a lo largo y ancho del país. Las comunidades indígenas de los Laimes y Cacachacas en el occidente del país han teñido de sangre un sinnúmero de veces el acontecer nacional poniendo en evidencia con sus cruentos enfrentamientos por la tenencia de la tierra que ésta es aún una tarea inconclusa en el país y que el enfoque de género no ha alcanzado todavía el nivel práctico de la temática de tierra y territorio, puesto que las mujeres de estas comunidades terminan por ser las víctimas de estos conflictos: viudas y huérfanas de territorio y de familia.


La invasión de reservas forestales, la contaminación de tierras, la burocrática titulación de tierras o la toma “ilegal” de terrenos por parte de los miembros del ahora conocido Movimiento Sin Tierra son otros ejemplos de los conflictos generados a causa del territorio. Detrás de cada uno de estos hechos se diluye en la falta de atención la sombra de las mujeres, de sus polleras, de sus trenzas, de sus aguayos, de sus tipoyes[2] en los cuatro puntos cardinales del país. El discurso del enfoque de género no alcanza para cubrir las carencias en varios aspectos, y aunque todos los emprendimientos apuntan al “empoderamiento” de las mujeres, sustantivo traducido del inglés “empowerment”, que busca recuperar la autonomía de las mujeres mejorando su acceso a los recursos y a los medios de producción, a la información, educación y capacitación y por sobre todo, propiciando su participación y poder de decisión, las mujeres siguen a la deriva en cuanto a la tenencia de la tierra se refiere. La ley del Servicio de Nacional de Reforma Agraria o INRA de 1996 contiene en su artículo tercero un único parágrafo en el que se señala textualmente: “El Servicio Nacional de Reforma Agraria, en concordancia con el artículo sexto de la Constitución Política del Estado y en cumplimiento a las disposiciones contenidas en la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, ratificada por Ley 1100 de 15 de septiembre de 1989, aplicará criterios de equidad en la distribución, administración, tenencia y aprovechamiento de la tierra en favor de la mujer, independientemente de su estado civil”; sin embargo la realidad no tiene parágrafos y sigue representando para la mujer campesina un sinfín de obstáculos y dificultades que le impiden ejercer el derecho de trabajar la tierra para sobrevivir (ver recuadro).


Feminización municipal


Con el devenir de los diferentes gobiernos democráticos, el enfoque de género se ha cristalizado en una temática transversal evidente y necesaria, tierra y territorio no son la excepción. Por ello cabe continuar este análisis mencionando las leyes de Participación Popular (1994) y Descentralización Administrativa (1995), dos normas que en su momento se plantearon como revolucionarias y que –sin duda alguna- le dieron una nueva fisonomía territorial al país.


A partir de la aprobación e implementación de dichas medidas, el municipio se ha convertido en la unidad territorial más importante de la planificación del desarrollo en el país. En términos de género, la participación popular le ha dado poder de decisión y de actuación a las mujeres bolivianas, reconociendo en ellas a las protagonistas que hasta hacía cincuenta años atrás no contaban ni con el derecho de ser nombradas como campesinas.


En los municipios la presencia de las mujeres se ha hecho notoria, ya no se habla sólo de concejalas o de alcaldesas, se menciona a las mujeres en puestos administrativos y/o directivos claves, en Comités de Vigilancia, en Organizaciones Territoriales de Base, como representantes no sólo de género, sino comunales y políticas. En buenos términos, el municipio entendido como un territorio administrativo delimitado le ha dado protagonismo espacial y territorial a la mujer.


Estado plurinacional


Como resultado de los últimos acontecimientos políticos y democráticos que ha vivido el país, se ha establecido un nuevo Estado de condición Plurinacional e Integral que debería conferirle a la territorialidad nuevas dimensiones, especialmente en cuanto a la identidad étnico-cultural del territorio y al uso y ocupación solidarios, equitativos y comunitarios de la tierra.


Este escenario es asimismo, un caudal de desafíos y oportunidades para el enfoque de género en cuanto a tierra y territorio se refiere. El papel territorial de la mujer y su participación activa dentro de la nueva concepción estatal esperan una mayor estimulación y sobretodo atención individualizada, con tal de reparar el largo daño que por omisión ha postergado el desarrollo equitativo de una nación cuyas entrañas –no hace falta sustentarlo con teoría- están hechas de mujer.



Bibliografía

- Ley del Servicio Nacional de Reforma Agraria. Bolivia, 1996.

- Ley de Participación Popular. Bolivia, 1994.

- Ley de Descentralización Administrativa. 1995.


Recuadro: Problemática de tierra y territorio y género en los nueve departamentos del país

BENI

Demoras considerable en el saneamiento de tierras campesinas y favorecimiento de terratenientes por parte de las autoridades encargadas. Las empresas madereras diezman las reservas forestales afectando el ecosistema y dañando el medio ambiente.

CHUQUISACA

Las grandes empresas son dueñas de las tierras y obtienen grandes concesiones pagando impuestos muy bajos. La titulación de tierras para la mujer se obstaculiza por discriminación de género por parte de las autoridades del ramo.

COCHABAMBA

Los extranjeros avasallan tierras sin respetar la situación de los pueblos originarios.

LA PAZ

La titulación de las tierras de muchas mujeres campesinas está relegada ya sea por desconocimiento de los derechos, por falta de algún requisito solicitado o por falta de recursos. En muchos lugares los impuestos son altos.

ORURO

Los territorios y sembradíos se pierden a causa de la contaminación ocasionada por las empresas mineras, caso Inti Raymi.

PANDO

No se han revertido tierras de latifundistas y ninguna autoridad ha puesto solución a estos problemas.

POTOSÍ

Los límites departamentales no se respetan y la ayuda que debe brindar el gobierno, cuando existen desastres naturales, no es efectiva, tarda mucho y en algunas ocasiones no llega nunca.

TARIJA

La desertificación, la sequía, las inundaciones y el granizo producen grandes pérdidas y desastres en las comunidades campesinas y afectan especialmente a las mujeres que, en una gran mayoría, se hacen cargo de sus hogares solas, sin obtener ayuda de los gobernantes o instituciones encargadas de solucionar estos problemas.


Fuente: XI Congreso Nacional Ordinario de Mujeres Campesinas de Bolivia Bartolina Sisa. Cochabamba, del 8 al 10 de abril del 2006. Comisión tierra y territorio.


Presentación personal

Ana Rosa López Villegas nació hace 34 años en la pequeña y hospitalaria ciudad de Oruro, en Bolivia. Hace más de tres lustros que se dedica al periodismo y a la literatura de manera independiente y busca con sus contribuciones dar a conocer la embriagadora cultura y la vertiginosa actualidad política y social de su país. Después de obtener la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación Social en la Universidad Católica Boliviana (1998), se inició en el año 2001 y gracias a una beca, su “autoexilio” académico gracias al cual ha tenido la oportunidad de vivir y estudiar en Madrid-España y en Karlsruhe-Alemania, donde obtuvo dos títulos de Maestría: en Acción Política y Participación Ciudadana; y en Planificación Regional respectivamente. Más de ella y de su constelación en: http://mivozmipalabra.blogspot.com/ y http://laletralate.blogspot.com/.



[1] Indígena que trabajaba en una finca y estaba obligado a servir al propietario, durante una semana, a cambio del permiso que este le daba para sembrar una fracción de su tierra. Fuente: Real Academia de la Lengua Española.

[2] Con este nombre se conoce a la túnica larga y suelta que por lo general llevan las mujeres del Oriente boliviana como indumentaria típica de la región.

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