Se acabó. Hoy por la tarde terminó el taller de kreatives Schreiben/Escritura Creativa al que he asistido sin fallar, durante cinco sábados. Me encantaron la dirección y la dinámica del seminario, me pareció genial que a partir del segundo encuentro, sólo quedaramos cuatro mujeres y que el resto haya desertado por cualquier razón. Un lujo que no se repite a menudo, mucho más cuando se trata de trabajar textos y discutirlos a detalle con una escritora. Hasta antes del inicio del curso, no tenía ni la más pálida idea de quién era Sandra Hoffman, ahora lo sé y no puedo sino ratificar el enorme privilegio.
Aunque al principio dudé, finalmente me animé a asistir a la primera sesión. Pero, ¿escribir en otro idioma? ¿Escribir en alemán? Este idioma al que he tenido que domar cual si se tratara de una feroz fiera circense... No cabe duda. No hay peor intento que el que no se emprende.
“La mayoría ha escrito alguna vez un diario íntimo. Pero ¿cómo hacer de los asuntos cotidianos individuales y sociales relatos breves; o cómo tomar instantáneas de ciertos momentos de una vida normal y transformarlos en anuncios de circunstancias que simplemente le pasan a las personas? Escribir un diario, tomando en serio dicha ocupación, significa ingresar en la gran escuela de la percepción del mundo, de la auto-percepción y de la conciencia. Debido a ello, el descubrimiento de un estilo propio y el empleo de un lenguaje son una parte importante de este tipo de escritura”. Es es el texto con el que Sandra ofreció el seminario y con el cual el Centro de Ciencia Cultural Aplicada (ZAK) del Instituto Tecnológico de Karlsruhe (KIT) lo publicitó.
Ana Frank comenzó a escribir su famosísimo diario a los trece años, la misma edad a la que casualmente –preciosa coincidencia– yo empecé los míos –con largas intermitencias, hay que confersarlo–, así que digamos que experiencia en relatos cotidianos, secretos e íntimos ya tenía. A partir de la primera sesión comenzamos a recibir tareas que no eran otra cosa que ejercicios de percepción del mundo, entrenamientos de auto-observación. Comenzar a mirar percibiendo –que no es lo mismo– me reveló la existencia de una veta inagotable de razones para escribir –y no es que antes me faltaran–, de un fantástico mundo, que si bien siempre ha estado ahí, conmigo, nunca había pasado por el filtro de mis autopercepciones, o por lo menos no en alemán. Un entrar en ese espejo del día a día con sólo apoyar la mano en el cristal plateado.
Tras cinco sesiones de apasionado trabajo, siento que fueron pocas. Hoy por la tarde, todas sentimos que el tiempo se había marchado sin remedio. Nos quedamos en silencio, apretadas a las sillas. Sandra nos leyó dos capítulos breves de su libro schwimmen gegen blond. Eine Erzählung in 52 Tagen/ nadar contra rubio. Un relato en 52 días. Y al final... pues el final. ¡Maravilloso!
Este es la primera vez que Ana Frank inicia de manera formal la escritura de su diario, dirigiéndose a su amiga imaginaria llamada Kitty. Antes de ello, su diario no tenía destinatario/a concreto/a.
Sábado 20 de junio de 1942
Querida Kitty:
Comienzo de inmediato. Hay tanta paz ahora. Papá y mamá han salido y Margot está donde una amiga jugando al pin-pón. Últimamente también yo me he aficionado bastante a ese juego. Dado que nosotros, los jugadores de pin-pón, somos tremendamente dados a tomar helados, nuestras partidas suelen terminar con una excursión a las heladerías todavía permitidas para los judíos: la "Delfi" y el "Oasis". Nunca nos preocupamos demasiado por si llevamos suficiente dinero en el monedero, puesto que entre los clientes de las heladerías suelen haber amables caballeros de nuestro círculo de conocidos o algún admirador perdido, los que siempre nos ofrecen más helado del que realmente podemos tomar.
Supongo que debe sorprenderte oírme hablar, a mi edad, de admiradores. Desafortunadamente es un mal inevitable en nuestra escuela. Cuando un compañero me propone acompañarme a casa en bicicleta y se entabla una conversación, nueve de cada diez veces, se trata de un muchacho enamoradizo y ya no deja de mirarme. Al cabo de un tiempo el arrebato comienza a disminuir, especialmente porque yo no presto demasiada atención a sus miradas ardientes y sigo pedaleando a toda velocidad. Cuando el joven no cesa en sus intenciones, yo me balanceo un poco sobre mi bicicleta, se cae mi cartera y el muchacho se ve obligado a bajarse para recogerla, tras lo cual me las ingenio para cambiar en seguida de conversación.
Esto es lo que sucede con los más cándidos. Hay otros, por supuesto, que me tiran besos o tratan de
apoderarse de mi brazo, pero ésos equivocan el camino. Bajo diciendo que puedo pasarme sin su compañía, o bien me considero ofendida, y les digo claramente que se vayan a su casa.
Bueno, la base de nuestra amistad ha quedado establecida. ¡Hasta mañana, Kitty!
ANA
Y aquí, los asuntos cotidianos que Ana Frank compartió con su diario, en un día como hoy hace 68 años.
Viernes 5 de febrero de 1943
Querida Kitty:
El hecho de que no haya vuelto a mencionar nuestros altercados, no significa que éstos hayan disminuido. Poco después de su llegada, el señor Dussel se mostró muy afectado por las peleas continuas, pero ahora ha empezado a acostumbrarse, abandonando todo esfuerzo por arreglar las cosas.
Margot y Peter son tan aburridos y fastidiosos, que no se los debería incluir entre los "jóvenes". Yo sirvo de contraste, y oigo a cada momento:
—¡Margot y Peter no harían eso! ¿Por qué no sigues su ejemplo?
Me sacuden los nervios.
Te confieso que no tengo ninguna gana de ser como Margot; ella, para mi gusto, es demasiado indiferente y tornadiza; es la primera que cede en una conversación, y está siempre de acuerdo con quien dice la última palabra. Yo, por mi parte, quiero ser más firme de espíritu. Pero estas tonterías me las guardo para mí. Se burlarían si las utilizara como defensa.
En la mesa, la atmósfera es muy tensa la mayoría de las veces. Por suerte, los estallidos son interrumpidos en ocasiones por los "comedores de sopa", es decir, por los pocos iniciados de la oficina que vienen a visitarnos y son convidados con un plato de sopa.
Esta tarde, el señor Van Daan ha hecho notar, una vez más, que Margot come muy poco.
—Sin duda, para mantener la línea —agregó en tono hiriente.
Tomando la defensa de Margot, como de costumbre, mamá dijo en alta voz:
—No puedo seguir soportando sus estúpidas observaciones.
El señor Van Daan enrojeció, miró fijamente por un segundo, y se calló. A veces suceden cosas graciosas: pocos días atrás, la señora Van Daan se había exaltado a propósito de sus recuerdos de juventud: lograba engañar a su padre, había tenido muchos pretendientes, etcétera.
—Y, ¿saben ustedes? —prosiguió—, mi padre me aconsejó que dijera a un caballero que se estaba volviendo demasiado intempestivo: "¡Señor, no olvide usted que soy una dama!".
Nos echamos a reír a carcajadas.
Aunque por lo común tan callado, también Peter suele provocar nuestra hilaridad. Siente pasión por las palabras extranjeras, aun cuando no siempre conozca su significado. Una tarde se prohibió usar el lavatorio porque había visitas en la oficina. Pero Peter estaba apurado, así que no apretó la descarga. Para prevenirnos, dejó una nota en la puerta: "S.V.P. gas". Por supuesto, lo que quería decir era: "Cuidado con el gas", pero pensó que las iniciales quedaban más elegantes. No tenía la más remota idea de que querían decir "por favor".
Tuya,
ANA
Se terminó el seminario, pero no mis ganas de seguir escribiendo :)
ResponderBorrarSaludos,
Ana Rosa
Interesante y envidiable taller. Por veces uno quisiera que acá los escritores se soltasen y dieran cursos así, pero es tanta la envidia (y en algún caso la timidez) que no sucede. Igual, con guías o sin ellos, la cosa es seguir escribiendo. Quizás para uno mismo, como catarsis, sólo por la pulsión de decir algo...
ResponderBorrarSi encima ese algo gusta y luego se publica y vende, ya está... ¡eres escritor/a!!! ;)
Ya está... ojalá, che, ojala. Gracias por el comentario, Chesco y por pasarte por aquí.
ResponderBorrarEn La Paz yo sólo asistí -por falta de oferta- a un taller de expresión literaria, fue muy bueno.
Saludos,
Ana Rosa
Qué bueno que escribas en alemán! Muchos escritores han cambiado sus lenguas maternas, Nabokov a la cabeza. Para mí son una especie de héroes, los admiro porque soy incapaz de escribir en otra cosa que no sea español!
ResponderBorrarsaludos!
Que bien q hayas tomado el curso, yo estuve prácticamente 1 año en un taller de escritura creativa, aprendiendo teoría y práctica y extraño los cursos.
ResponderBorrarLlega un momento en que ya no sé si lo q escribes es ficción o realidad, aprece fácil, pero como nos dijo Gio... lo difícil es escribir fácil.
Un saludo enorme
Hola Liliana:
ResponderBorrarGracias por pasarte por aquí. La verdad es que yo no he cambiado mi lengua materna, no podría hacerlo jamás. En vista de que por el momento, el idioma alemán me rodea, pues he decidido experimentarlo.
Un abrazo!
Mi querido asesino:
Un año de taller, qué delicia! Gio, es Giovana Rivero? Pues nada menos.
Otro abrazo para ti!
Ana Rosa
Debe ser difícil hablar Alemán....Oye 68 años y hay quienes recuerdan el diario de Ana Frank. Muy Bien...!
ResponderBorrarEstimado Rogelio:
ResponderBorrarGracias por pasar por aquí! Y sí, a Ana Frank es deber no olvidarla, pienso yo.
Un abrazo,
Ana Rosa
Estimada Ana Rosa: Ana y su diario son parte importante y fuerte en la construcción personal de aquellos tiempos donde soñar y sensibilizarse con el dolor ajeno era algo menos extraordinario que hoy. Tu página me gustó mucho y también me hizo revisar mi biblioteca detrás de aquel librito leido hace tantos mundos. saludos.julio
ResponderBorrarEstimado Julio:
ResponderBorrarCreo que nos hace falta escribir más diarios y sobre todo mirarnos y reconocernos en el otro. Gracias por tus palabras y por pasarte por aquí.
Un abrazo,
Ana Rosa