Pachamama desordenada

¿Sabe usted qué fue el paro cívico de los corajudos citadinos paceños el pasado 16 de septiembre? Un disparo silencioso que resuena todavía en las orejas de muchos sordos. Pero el problema no está sólo en los sordos, ni en los difusos límites municipales, ni en el absurdo político de los oficialistas de Palca, Achocalla y Mallasa, que intentaron tomar las subalcaldías de Obrajes, Mallasa, Hampaturi y Zongo. El problema de fondo radica en el desorden en el que hemos sumergido a la Pachamama, o dicho de otra manera, la gran materia pendiente -entre muchas otras en Bolivia- sigue siendo el ordenamiento territorial. La tierra que habitamos requiere de un orden, en todos los sentidos, eso está claro, pero literalmente hablando requiere también de un orden territorial.

Los técnicos y desarrollistas bolivianos de la década de los 90 definieron el ordenamiento territorial como un proceso de organización del uso y la ocupación del territorio, en función de sus características biofísicas, socioeconómicas, culturales y político-institucionales. Un proceso que debería permitir identificar las potencialidades y limitaciones del territorio nacional, departamental o municipal sobre la base de sus características ambientales, socioeconómicas, culturales y político-institucionales. Se trata, para decirlo de una forma más amigable y menos técnica, de una herramienta que busca el equilibrio entre el hombre y el medio ambiente, significa por ejemplo no construir carreteras en áreas protegidas ni en reservas ecológicas y respetar (democráticamente) ciertos límites municipales.

El ordenamiento territorial surgió en Bolivia a partir de los denominados proyectos de zonificación de tierras en la Amazonia boliviana realizados en 1991 a través de la cooperación internacional alemana y holandesa, en coordinación con las prefecturas (ahora gobernaciones) de Santa Cruz y Pando. En lo que a nuestra maltrecha Pachamama se refiere, el ordenamiento territorial está fuertemente vinculado a nuestro carácter multicultural y se refleja, por ejemplo, en la declaratoria del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro-Sécure (TIPNIS) como parque nacional (reserva natural, 1965) y territorio indígena en 1990; y debería reflejarse también en una clara definición de límites intermunicipales' si es que realmente el ordenamiento territorial fuera una preocupación genuina.

Si bien la inclusión de la temática del ordenamiento territorial en la nueva Constitución del Estado Plurinacional (artículo 402) fue considerada por muchos de los nostálgicos y ahora desempleados técnicos de los 90 como un avance significativo en dicha área, la aprobación de una ley que sustente los principios del ordenamiento territorial en Bolivia está pendiente todavía y se convierte día a día en un verdadero desafío, más aún ahora que las condiciones de respeto a la Pachamama dependen del humor de la hipocresía de turno.

Pero volvamos a lo que realmente es, a lo que el ciudadano de a pie tiene que vivir cotidianamente en este desordenado territorio nacional. Recordemos el cabildo que organizaron los vecinos de Palca, Achocalla y Mallasa y a través del que conminaron, sin criterio alguno, a retirar –en un plazo de 48 horas– a las subalcaldías de Mecapaca, Palca y Achocalla, “que corresponden a la Alcaldía de La Paz y que se encuentran dentro de lo que consideran sus territorios ancestrales”. Habría que preguntarse cuáles fueron las verdaderas intenciones para tan desgarradora defensa de la tierra municipal y cuán eficiente habría sido que los invasores paceños desalojaran sus oficinas ediles para dar gusto a los invadidos.

Retornemos al implacable paro cívico que los paceños protagonizaron en defensa de su territorio municipal durante las semanas pasadas y pensemos en el éxito rotundo de la medida y en lo productiva que sería si se aplicara a la limpieza y al ordenamiento del tráfico vehicular en las arterias de la sede de Gobierno.

Mantengámonos alerta frente al abuso que están sufriendo los indígenas del oriente boliviano que marchan desde hace más de un mes por defender su territorio y en lo ilógico que suena contar con un Primer Mandatario indígena e indigenista. ¡Qué cansada estará la Pachamama de este trajín infinito! ¡Pobre reina destronada, ensalzada cuando conviene, manoseada, destruida, insultada! ¡Pobre Pachamama desordenada!

Artículo publicado en Página Siete (26/09/2011)

Comentarios

  1. Panamá tiene un desorden territorial. La tierra mal distribuida. Las playas robadas por millonarios. Las urbes desordenadas. Todo un relajo. ¿Así serán los Estados Unidos también, así será Alemania? Qué país está territorialmente ordenado? Saludos desde Panamá

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  2. Hola En Vida Real:
    Pasé casi una década en Alemania y puedo darte fe fe de su ordenamiento territorial que no es nada del otro muno, siplemente el cumplimiento de ciertas normas.
    En nuestros países hace falta, no será prioritario, pero lo triste es que de vez en cuando es relleno de discursos políticos.
    Saludos desde mi querido desorden boliviano.
    Ana Rosa

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