

Sin embargo ya no es sorpresa por ejemplo, que la Larga Noche de Museos que ofrece La Paz a propios y extraños se haya convertido en la última década en una de las actividades culturales más importantes del año. Sorpresa fueron para mí las colas que alegre y pacientemente formaron los visitantes ante las puertas de algunos museos que, en el cotidiano, desaparecen entre edificaciones que nadie considera como espacios culturales que se pueden visitar. Es el caso del Museo Elsa Paredes de Salazar o museo de muñecas ubicado en la Calle Rosendo Gutiérrez en Sopocachi. No, no tuve oportunidad de entrar. Había una cola que superaba las dos cuadras, precisamente a lo largo de dos calles que normalmente no suelen estar tan concurridas.

Por lo menos una veintena de personas se detuvieron a observar a Ivañez, el artista de los retratos en yeso instalado en El Prado. Cuando apenas nos acercamos, nos sorprendió ver a una persona sentada en una silla que tenía la cara cubierta de paños empapados en yeso. Próximo al taller callejero de Ivañez, dos muchachas armadas con motosierras transformaban dos pedazos de tronco en algo más que figuras de madera.
El escenario al aire libre que se instaló sobre la Av. Ecuador a unos pasos de la Plaza España también reunió a un buen número de espectadores que aplaudieron por igual la performace que un grupo de jóvenes preparó por el Día contra la homofobia y lesbofobia y la contagiosa interpretación de una chacarera interpretada por el Ballet Folklórico Bolivia; ambas expresiones artísticas reunidas en un mismo escenario, eso no pasa todos los días.

Y así. Quizás mis sorpresas no les sorprendan a quienes son fieles seguidor@s de la Larga Noche de Museos paceña, es decir a quienes realmente visitan museos de verdad y no solamente cuatro sitios locos, pero buenísimos como fue mi caso. Las sorpresas no tienen fecha de caducidad, así que seguro vendrán más.
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