Ayer,
jueves 7 de agosto, suspendieron las actividades escolares; es decir que no
tuve que mandar a mis hijos al colegio. Todos avisados menos el despertador. El
disciplinado escandoloso hizo lo suyo a las seis menos diez de la madrugada.
Apenas abrí un ojo –y lo abrí a penas realmente– desactivé al soldado madrugador para que
dejara de sonar y me dejara dormir.
Hoy, viernes 8 de agosto, el disciplinado escandoloso se cobró la revancha y no dijo ni pio. Cuando faltaban 15 minutos para que la góndola escolar recogiera al 7añero de la puerta brinqué de la cama –textualmente– y activé a la madre-modo-turbo que anida en mí e hice –como dijo papá Oso, es decir MyJasband– que lo imposible se haga posible.
Hoy, viernes 8 de agosto, el disciplinado escandoloso se cobró la revancha y no dijo ni pio. Cuando faltaban 15 minutos para que la góndola escolar recogiera al 7añero de la puerta brinqué de la cama –textualmente– y activé a la madre-modo-turbo que anida en mí e hice –como dijo papá Oso, es decir MyJasband– que lo imposible se haga posible.
Y voilà son más de las nueve de la mañana y me dispongo a colgar este
texto en mi blog y dentro de algunos minutos me preocuparé por lo que voy a
poner a la familia en su plato del almuerzo y más tarde iré a trabajar y saldré
a las dos de la tarde, buscaré un taxi y llegaré a casa a presenciar en los platos
apilados en la cocina si la comida fue un rotundo éxito o todo lo contrario. Y
así trancurre el tiempo y yo me pregunto si en realidad soy yo la que activa el
modo turbo o son los minutos los que se atoran desordenados con tal de
liberarse del reloj y del tedio de la tranquilidad.
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