REgaLOJ



Mi flamante 8añero luce con orgullo su reloj nuevo. Todavía le hace falta práctica para cerrar la hebilla, pero ya está más ducho en leer la hora. El reloj le ha dado otra perspectiva a su corta existencia. Esta mañana iba calculando cuántos minutos de viaje llevábamos en la góndola escolar y se sorprendió mucho cuando por primera vez se percató de que viajamos por más de media hora hasta llegar al colegio. Y allí, en ese mismo instante, la cabeza se me llenó de Córtazar y su Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj:

“Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.”

Bueno, a lo hecho, pecho. Cortázar, eres un MAESTRO.

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