Voto migrante



Permanece el recuerdo indeleble. Una fría noche de diciembre del año 2005 regresé a mi casa en Karlsruhe-Alemania después de haber ido al cine con unos amigos. Era casi medianoche y sin embargo tomé el teléfono y llamé a Bolivia para hablar con mi mamá. No podía creer lo que me decía, Evo Morales había ganado las elecciones generales de aquel año con más del 50% de los votos. Por entonces se trataba solamente de los votos de l@s compatriotas dentro de las fronteras bolivianas. Hace casi diez años que el voto en el exterior no era más que una discusión política sin asidero en la realidad.

Durante muchos años me tocó ver la realidad de mi país desde el exterior, en varias oportunidades no emití voto alguno por encontrarme lejos, muy lejos, y es por esta y otras razones que aprecio el esfuerzo que se ha hecho para permitir que l@s bolivian@s que se encuentran fuera del país puedan participar de esta justa electoral a través de su voto. Seguro será en un proceso que no se salvará de las críticas ni de las denuncias de irregularidades; no habrá sido fácil organizar estas elecciones en otros países (33 al margen de Bolivia); sin embargo se está haciendo, se está recuperando al migrante boliviano en su calidad de elector, se le está dando un lugar en la democracia, y de alguna u otra manera, se están acortando ciertas distancias que suelen pesar.

La flamante y joven Premio Nobel del La Paz, Malala Yousafzai mencionó durante una entrevista ofrecida en un programa de televisión estadounidense, que “no sabemos la importancia de algo, hasta que nos lo quitan”, ella se refería a la educación. Algo parecido sucede con el voto en el exterior: no sabemos la importancia de éste, hasta que podemos ejercerlo. A 32 años de vida democrática en Bolivia, me parece que el voto en el exterior es uno de los mejores reconocimientos que se le puede hacer.

Hoy voy a votar. No votaré por quien hubiese votado hace 9 años, pero votaré porque es mi derecho y mi obligación.

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