El domingo regresamos a casa como a las 5 de la tarde después
de hacer mercado, no recuerdo exactamente la hora porque estaba muy cansada y
llegué directamente a desplomarme sobre la cama y dormir. En medio de mi
somnolencia o mi dormir a medias escuché que mis hijos jugaban en su habitación;
oí sus risas y sus divertidos comentarios hasta que Morfeo (turno vespertino) terminó
por tumbar mi obligación de madre. No sé cuánto duró mi improvisada siesta,
solo sé que mis hijos me dejaron tomarla sin necesidad de pedirles que lo
hicieran. Me desperté entre apapachos y cariños, desperté menos cansada y sintiéndome
menos culpable por tomar una siesta en horario pico de madre y aún más en
domingo.
Así es, las madres nos cansamos, nos agotamos, no tenemos
pilas Duracell ni triple A ni cargador portátil, pero somos felices cuando
vemos reír a nuestros hijos, sufrimos con sus derrotas, nos empapamos de sus
lágrimas y siempre tenemos el regaño indicado en la puerta de la boca. Hay días
en los que la maternidad suele fluir como el agua clara y dulce de un río y
otros en los que se da como las olas de una mar embravecido y bullicioso. A
veces cometemos errores, otras veces acertamos; pero siempre tratamos de hacer
y de decidir lo que es mejor para nuestros hijos y eso, en estos tiempos de
generación rebelde y contestataria, es de por sí una tarea complicada.
Detrás de las madres están las mujeres, algunas admirables
que llevan su maternidad con elegancia y gracia sobre tacones de infarto, que
se maquillan por las mañana y se desmaquillan por las noches, u otras que no
saben de estrenar ropas ni de cenas romanticonas ni de salidas de fin de
semana, que son madres y padres al mismo tiempo. También están las que comparten
con sus parejas y las que solo pueden compartir con interminables horas de
trabajo sin descanso. Están también las que sin haber dado a luz, son madres
abnegadas de hijos ajenos, desterradas de su propio tiempo, pero convencidas y
entregadas a su rol materno. A todas ellas les deseo que Dios las bendiga y que
la vida les regale siestas, brindis, sueños y felicidad.
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