Aprendiendo a enseñar 13: El Streptococcus mutans y Bernkastel




Se acaba un larguísimo miércoles. Llegamos a Hasborn rosando los cero grados centígrados. Una delgada capa de nieve y otra un poco más gruesa de neblina nos dieron la bienvenida en la primaria del Bosquecillo de Robles.

Hoy salí por primera vez en estas tres semanas al recreo en el pequeño patio de la escuela. Aunque la nieve no era más que un adorno sobre los tejados y los arbustos, varios niños se las ingenieron para hacer bolas de nieve e intentos de muñecos. El recreo duró como todos los días, 20 minutos al cabo de los cuales entré corriendo en busca de una taza de té. Frío, frío, frío.

Hoy visité nuevamente el primer grado (paralelo b). Es uno de los cursos que más me ha gustado visitar en estas casi tres semanas. Los niños tienen rituales establecidos que además se identifican con canciones muy divertidas que, aunque infantiles, tienen ritmos modernos que ponen a los niños a bailar.

De acuerdo a lo planificado para este miércoles, un dentista visitó hoy la escuela con el objetivo de revisar los dientes de los niños del primer y segundo grado y de ofrecer una charla educativa sobre higiene bucal a los niños de tercer y cuarto grado. El Dr. Jung hizo su mejor esfuerzo para hacer que los niños entendieran cuál es el proceso patológico-científico de la creación de una carie (Streptococcus mutans, por su nombre científico) en un diente. Cuando el Dr. Jung les pidió a los niños que guardaran silencio, les recordó amigablemente que ya no estaban en el Kindergarten. Claro, los niños de primer grado han pasado ya dos larguísimos meses en la primaria (aquí el año escolar comienza a finales de septiembre) y deberían comportarse a la altura.  En el cuarto grado su charla fue por supuesto, más elocuente y cuando faltaban apenas 7 minutos para que concluyeran la clase, todavía no había explicado el proceso práctico del cepillado de los dientes. Mi conclusión: hay quienes pueden trabajar con niños y hay quienes definitivamente no.
 
Hoy tuve siete niños en la clase de español. Estoy gratamente sorprendida con Gabriel y sobre todo con Emma. Las ganas de aprender que tiene esa niña motivan a cualquier maestro.

Después de la escuela ya no había nieve, el sol sediento de ella salió por un par de horas y regresó a su guarida sin más. Pero Christiane, su esposo y yo fuimos de paseo a Bernkastel, un pueblito divino que está ubicado a orillas del río Mosela y al que definitivamente vale la pena visitar de noche y en tiempo de navidad. Así voy acariciando el jueves. 

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