Se acaba un larguísimo miércoles. Llegamos a Hasborn rosando
los cero grados centígrados. Una delgada capa de nieve y otra un poco más
gruesa de neblina nos dieron la bienvenida en la primaria del Bosquecillo de
Robles.
Hoy salí por primera vez en estas tres semanas al recreo en
el pequeño
patio de la escuela. Aunque la nieve no era más que un adorno sobre los tejados
y los arbustos, varios niños se las ingenieron para hacer bolas de nieve e
intentos de muñecos.
El recreo duró como todos los días, 20 minutos al cabo de los cuales entré
corriendo en busca de una taza de té. Frío, frío, frío.
Hoy visité nuevamente el primer grado (paralelo b). Es uno
de los cursos que más me ha gustado visitar en estas casi tres semanas. Los niños tienen
rituales establecidos que además se identifican con canciones muy divertidas
que, aunque infantiles, tienen ritmos modernos que ponen a los niños a bailar.
De acuerdo a lo planificado para este miércoles, un dentista
visitó hoy la escuela con el objetivo de revisar los dientes de los niños del primer y
segundo grado y de ofrecer una charla educativa sobre higiene bucal a los niños
de tercer y cuarto grado. El Dr. Jung hizo su mejor esfuerzo para hacer que los
niños entendieran cuál es el proceso patológico-científico de la creación de
una carie (Streptococcus mutans, por su nombre científico) en un diente. Cuando el Dr. Jung les pidió a los niños que guardaran
silencio, les recordó amigablemente que ya no estaban en el Kindergarten.
Claro, los niños de primer grado han pasado ya dos larguísimos meses en la
primaria (aquí el año escolar comienza a finales de septiembre) y deberían
comportarse a la altura. En el
cuarto grado su charla fue por supuesto, más elocuente y cuando faltaban apenas
7 minutos para que concluyeran la clase, todavía no había explicado el proceso
práctico del cepillado de los dientes. Mi conclusión: hay quienes pueden
trabajar con niños y hay quienes definitivamente no.
Hoy tuve siete niños en la clase de español. Estoy gratamente
sorprendida con Gabriel y sobre todo con Emma. Las ganas de aprender que tiene
esa niña motivan a cualquier maestro.
Después de la escuela ya no había nieve, el sol sediento de ella salió por un par de horas y regresó a su guarida sin más. Pero Christiane, su esposo y yo fuimos de
paseo a Bernkastel, un pueblito divino que está ubicado a orillas del río
Mosela y al que definitivamente vale la pena visitar de noche y en tiempo de navidad.
Así voy acariciando el jueves.
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