Con cada día que pasa, las
mañanas en Rheinland-Pfalz se hacen cada vez más oscuras y esto hace que
extrañe aún mas a mi familia y a mi tierra. Me hacen falta, mucha falta los
abrazos y los besos de mis tres osos y de toda mi familia. Pero mientras este
„retiro pedagógico“ continúe, aquí sigo contando mis historias.
Hoy estuve presente en la
sesión semanal del consejo estudiantil (Klassenrat) del cuarto grado. Lenya (la
flamante representante escolar) y Benedikt son los representantes del curso y
dirigen la reunión con toda formalidad y seriedad. Todos los niños sentados en
círculo escuchan primero la lectura del protocolo de la sesión anterior y hacen
un balance de las resoluciones tomadas: ¿Mejoraron
las cosas desde la última sesión? En este caso, sí.
En el siguiente punto los
representantes del curso leen uno por uno los papelitos azules que los niños de
la clase van pegando a lo largo de la semana en el tablero del consejo. Los dos
primeros fueron elogios para el
curso y para algunos niños de la clase que se comportaron ejemplarmente durante
la semana. Los siguientes fueron problemas que surgieron en el curso durante
los últimos días. Los niños afectados toman la palabra y explican nuevamente el
problema; se escuchan varias opiniones y al final los representantes del curso
o los mismos niños del curso proponen soluciones. Hoy por ejemplo, Niklas se
comprometió a no conversar durante las clases, puesto que esto desconcentra a
los niños que se sienta a su lado. Christianen, la jefa de curso, es la persona
que escribe el protocolo; sus intervenciones son muy puntuales y prácticamente
mínimas, el consejo estudiantes corre por cuenta y responsabilidad de los
propios niños.
En el tercer grado (paralelo
b) los niños también me acribillaron con preguntas como en el primer grado
(paralelo a) ayer. Los 45 minutos que duró mi clase de Landeskunde sobre
Bolivia se fue en un santiamén. Por aquí los niños me llaman Frau López y estoy
a muy poco de conocer a los 98 alumnos del colegio.
Hoy también me di una vuelta
por Trier, la ciudad más antigua de Alemania. Christiane y yo caminamos un poco
por el centro y conversamos bastante. Tengo la impresión de que en esta semana
he hablado más alemán que durante todo el primer ano que viví en Alemania en el
2002. Aquí no hay comunidad
latinoamericana alguna y mis posibilidades de comunicarme en mi lengua materna
son prácticamente nulas. Bien recuerdo que, cuando en julio de 2002 pisé
tierras germanas por primera vez, no había pasado ni una semana y ya tenía
conocidos españoles, mexicanos, argentinos, brasileros y venezolanos: otros
tiempos, otras circunstancias.
Christiane, la directora de
la Primaria del Bosquecillo de Robles, es una mujer muy especial, amablísima y muy
atenta. Hoy me sorprendió con una Ratatouille de quinua que Arpad, su esposo y
yo devoramos sin compasión.
Como en
el resto del planeta, estoy llena de viernes e inhalo mis ansias de volver.
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