¡Avísame en cuanto llegues!
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Fuente: https://www.clacso.org/el-feminicidio-con-todas-las-letras/ |
Siempre que me ha
tocado salir de noche y volver sola a casa, lo primero que he hecho al subirme
a todos los taxis que he tenido que tomar, ha sido mirar la parte de atrás del
vehículo. ¿Qué buscaba? Quizá un cómplice del conductor que en el momento menos
pensado saldría de su escondite para atacarme. Tener el celular siempre
dispuesto en caso de necesidad también ha sido parte de mi estrategia de seguridad.
Decirles a mis amigas -en voz muy alta- cuando les tocaba a ellas tomar el taxi
solas, ¡avísame en cuanto llegues!, es algo que también hacemos muchas para
cuidarnos entre nosotras. Pero no todas llegamos a casa aliviadas después de 15
ó 20 minutos de viaje en taxi. Hay muchas otras que sin salir de su hogar
encuentran la muerte de las formas más violentas y crueles que se pueda
imaginar.
Este 2019 que
está por expirar, alrededor de 120 mujeres en Bolivia no llegarán a casa ni a
ninguna otra parte porque están muertas. Se trata de niñas, adolescentes y la
mayoría madres cuyos gritos ya no escucharemos jamás. Fueron asesinadas por sus
parejas o ex parejas, por sus parientes o amigos cercanos a la familia. Muchas
de ellas fueron ultimadas delante de sus hijos. Las apuñalaron, a una de ellas
88 veces; les dispararon, otra recibió 5 balazos en el cuerpo; las
estrangularon; las violaron y las golpearon hasta matarlas. Estamos hablando de
un promedio de 10 asesinatos por mes. Es decir que más o menos cada tres días
se comete un feminicidio en nuestro país. No, la indignación ya no es
suficiente. La impotencia, la rabia y el desconsuelo no van a devolverles a las
familias afectadas a sus mujeres asesinadas. Los huérfanos crecerán huérfanos y
víctimas de la violencia de la que fueron testigos.
El llegar hasta
el extremo de terminar la vida de una mujer por el simple y solo hecho de que
sea mujer no es el principio del problema, es la punta del iceberg. Es la
estación final a la que ha llegado un recorrido tortuoso de violencia y maltrato
en el interior de una relación de pareja o de una familia con hijos. En muchos
casos hubo denuncias, en otros fueron las mismas mujeres las que retiraron las
acusaciones, ¿por qué? Por miedo a quedarse solas, por miedo a más golpes o
porque ingenuamente creyeron que aquel que pedía perdón de rodillas y entre
lágrimas y juraba que nunca más iba a golpearlas, podía cambiar. Las causas y
las excusas que ponen los asesinos son una interminable lista de realidades que
acechan cada día la vida de las mujeres. “Estaba borracho y no me acuerdo”,
deja de ser una disculpa cómica porque en realidad el consumo excesivo de alcohol al que
estamos tan malacostumbrados en Bolivia es una de las razones que hacen perder
a los varones y a las mujeres la conciencia de la realidad cuya consecuencia siempre
es más desventajosa para la mujer que para el varón. Los cánones machistas de
los que maman niños y niñas por igual en familias en las que el patriarcado no
se cuestiona bajo ningún punto de vista, es también parte de nuestro ser como
sociedad. ¿Apunto a la familia como la conocemos como la culpable de los
feminicidios? No, señalo a la falta de equidad en los roles que cumplimos en
casa.
¿Por qué no se
detiene esto? ¿Qué estamos haciendo mal? Son preguntas que no se responden en
un solo artículo ni cuestan una sola reflexión, pero que deberían cuestionar
nuestro papel como madres, padres y educadores; como seres humanos y miembros
de una sociedad. Que las niñas aprendan que solas también se puede salir
adelante sin necesidad de un macho que someta en la familia es un comienzo. Que
los varones sepan que la vida de cualquier ser humano se respeta y que si no se
hace, las consecuencias se pagan en la cárcel, también podría ayudar. Pero otra
vez caemos en los roles de género de los que no terminamos de sacudirnos.
La ley 348 que
debería garantizar a las mujeres una vida libre de violencia no está logrando
su objetivo primordial. La prevención que supuestamente se lleva a cabo hoy,
debería tener como resultado el decrecimiento en el número de feminicidios en
el futuro. Por lo pronto el futuro es el año 2020. Ojalá que comience para
todos –mujeres y varones– por igual, con esperanzas e ilusiones, con sueños por cumplir y que nadie tiene
derecho a amputar. Con mujeres vivas cuya vida nadie tiene derecho a tomar.
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