La columna rota


La esperanza no es desechable

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40 años tuvieron que pasar para que nuevamente sea una mujer la que se haga cargo del gobierno de un país en llamas. Lidia Gueiler Tejada, fue la primera que llegó a la presidencia interina de Bolivia y lo hizo en condiciones igualmente adversas a las que rodearon la sucesión constitucional que hizo que Jeanine Añez se convirtiera en la segunda.

Entre el 16 de noviembre de 1979, fecha en la que Gueiler Tejada asumió como presidenta y el 12 de noviembre de 2019, cuando le tocó a Añez, la historia política del país ha sido un devenir de espasmos –unos más convulsivos que otros– que nos han hecho estrenar incontables democracias y esperar que cada una de ellas fuera la definitiva para poder empezar a vivir en paz. En todos ellos hemos tenido que ver sangre derramada y compatriotas muertos.

El mensaje que la primera mujer del estado dirigió ayer al país en ocasión de conmemorar un año más del estado plurinacional nos llena de esperanza y nos permite seguir creyendo en el país y en la fuerza inquebrantable de sus mujeres. No podemos permitir que esa energía siga siendo invisible y pase desapercibida. Si hoy toca inaugurar una vez más una nueva democracia, pues que sea la de las mujeres. En Añez están representadas no sólo las mujeres de su gabinete, las del congreso, las dirigentes, sino todas aquellas que se plantaron 21 días en las calles y que no se rindieron ni se cansaron hasta lograr que la democracia saliera una vez más del purgatorio. Aún más, ella también tomó la voz de las mujeres que fueron víctimas de feminicidio, la de sus hijos huérfanos y la de sus familiares que claman justicia. Ayer, Añez también habló por las mujeres que no pueden acompañar a sus hijos en momentos difíciles, en el caso de ella por tener que hacerse cargo de un gobierno que se ha propuesto la difícil tarea de pacificar a un pueblo enfrentado y polarizado.  

Seguir el juego de las especulaciones sobre una posible candidatura de Añez para las próximas elecciones generales del 3 de mayo venidero, no puede ser parte de ningún argumento para invalidar o echar tierra sobre el trabajo que ha llevado a cabo en estos casi tres meses de labor como presidenta. Luis Fernando Camacho debería por tanto, ir guardando su desfachatado y sinvergüenza argumento de la ética para expresarse sobre el tema. No le dedico más líneas a quien tiene su palabra más suelta que el de una veleta al viento y que aseguró ante todo el país que no le interesaba ser candidato ni ningún cargo político.

Después de 35 minutos de un discurso claro, conciso y auténtico podemos darnos cuenta una vez más de que Bolivia se libró del guión enfermizo y devastador del socialismo del siglo XXI, que gracias a nosotros mismos, llevamos a la tumba a un régimen que en nombre de los “más humildes” pretendía hacer de nuestro país una eslabón más de la tiranía de comunistas trasnochados que tienen sometidos a países como Venezuela, Cuba o Nicaragua.  

¿Qué hay del otro lado del puente? La mirada torva de un caudillo incapaz de mirarse al espejo y de reflexionar. Un hombre que apeló, usufructuó y se aprovechó de su origen para hacerse del gobierno por casi 14 años y que ha demostrado una vez más que no solo su “ideología” es desechable, sino también la lealtad de sus más ”fieles perros”.

Elegir al exministro de economía, Luis Arce Catacora, como el "blanco sano" para candidato a presidente por encima de David Choquehuanca, quien probablemente representa al último y quizás único bastión de lo indígena dentro del MAS, es darle un revés a los sectores indígenas de los que Morales se sirvió para señalar a las grandes mayorías que lo apoyaban. Incluso para justificar el fraude más canalla de la historia democrática boliviana, Evo los utilizó para decir que sería el voto rural el que le daría finalmente la victoria. No tomar en cuenta a Andrónico Rodríguez bajo excusa de que no tiene aún la experiencia suficiente, es darle una patada al gremio al que Morales le debe su saltó a la política. Este vuelco desesperado a lo tecnocrático al que apuesta el Movimiento al Socialismo para los próximos comicios electorales lo convierte en un partido que desprecia su origen y el discurso indigenista con el que nació. Ese mismo discurso que degeneró en arengas político-raciales que enfermaron de odio a muchos bolivianos. Por último, descartar, como si de un mueble se tratara, a la senadora Adriana Salvatierra como candidata para el próximo período gubernamental, decidir por ella que debe descansar, es otra vez realzar el carácter misógino del masismo machista. 

Desechables, así considera el MAS a quienes ya no les son útiles y solo entorpecen su camino hacia poder. Seguramente escuchar a los movimientos sociales y su descontento sobre los candidatos masistas elegidos a dedo es más difícil con la melodía del tango argentino en el fondo. Aunque ya sabemos que no habrá otorrino alguno que pueda sanar la sordera del MAS. 

Pero la esperanza no es desechable. La esperanza queda. Y aunque el invierno de la incertidumbre todavía nos cala los huesos, la esperanza nos arropa.



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