LA COLUMNA ROTA - Sociedad de gestión colectiva para las letras

 


 

Ana Rosa López Villegas*

Hace unos tres años recibí la invitación de Francisco Bueno, escritor paceño, para formar parte de la Sociedad de Escritores de Bolivia (ESCRIBO). Admito que aún sin tener una idea clara de los objetivos de la agrupación, me interesé por ella sobre todo porque tenía la intención de conocer la labor de otros escritores bolivianos. La idea de fondo de ESCRIBO era la de convertirse en una sociedad de gestión colectiva, es decir que no se trataba simplemente de un grupo de autores y autoras que se sentaban a tertuliar por las noches mientras compartían sus textos. Esta mención no es una crítica a las tertulias porque personalmente me parecen espacios culturales de enriquecimiento mutuo. Si habría algo que criticar es la falta de marcos legales y normativos que permitan a los escritores bolivianos dedicarse de lleno a su labor y poder vivir de ella como si de cualquier otra profesión se tratase. En el país la batalla contra la piratería, el poco fomento a la lectura y por ende a la producción de libros se ha convertido además en una amenaza mayúscula en este tiempo de pandemia en el que la cultura y todas sus expresiones se han  tenido que replegar a las pantallas del computador, del teléfono celular y de otros dispositivos. Los artistas de todas las áreas están siendo duramente golpeados por esta crisis sanitaria.

Esta realidad no es nueva y la necesidad de hacer respetar los derechos de autor se remonta a siglos atrás. Según el registro histórico de las sociedades de gestión colectiva,  fue el dramaturgo francés, Caron de Beaumarchais, el autor de la obra de teatro Le Mariage de Figaro o El casamiento de Fígaro, de cuya adaptación surgió la famosa ópera de Mozart, quien “libró batallas jurídicas contra los teatros que se resistían a reconocer y respetar los derechos patrimoniales y morales de los autores de obras dramáticas”.  Esto dio origen, siempre a iniciativa de Beaumarchais, a la fundación en 1777 de la Sociedad de Actores y Compositores Dramáticos (SACD), “la primera sociedad que se ocupó de la administración colectiva de derechos de autor” y que aún existe y funciona en París.

¿Y qué es una sociedad de gestión colectiva? De acuerdo a las definiciones técnicas, “la gestión colectiva hace referencia a un sistema mediante el cual los titulares de los derechos de autor”, es decir los escritores, “y derechos conexos delegan a una entidad la administración y negociación de las condiciones en las que sus obras serán utilizadas por los difusores y otros usuarios; el otorgamiento de las autorizaciones correspondientes para su uso; la recaudación de las remuneraciones devengadas y el reparto de las mismas entre sus beneficiarios”. Según explica Francisco Bueno, se trata de una asociación manejada por escritores en el caso de ESCRIBO o por los artistas del área que se asocian y que tienen la tarea de defender los derechos morales y patrimoniales de sus afiliados. Es una institución sin fines de lucro y de carácter internacional que vela por los derechos de sus miembros y que busca generar oportunidades culturales para ellos. Este es un aporte invaluable no solo para los escritores, sino también para la creación y mantenimiento de la industria cultural de cualquier país.

Con estas ideas en mente, los escritores Francisco Bueno, David Vildoso, Ronald Rodríguez, Edgar Sandoval, Miguel Sequeiros, José Luis Párraga y Claudia Aguilar iniciaron el proceso legal para el establecimiento de la sociedad. Y finalmente, tras cinco largos años de trámites burocráticos y arduos papeleos administrativos y legales, ESCRIBO recibió el pasado 19 de agosto de 2020 la licencia oficial del Estado boliviano que legitima su labor con y para los escritores bolivianos. Se trata de un hito histórico, especialmente en Bolivia puesto que tuvieron que pasar treinta años desde la última vez que se registró una sociedad de este tipo. Nos referimos a  la Asociación Boliviana de Artistas, Interpretes y Ejecutantes de Música (ABAIEM) creada en 1991. La Asociación Boliviana de Productores Fonográficos y Videogramas (ASBOPROFON) creada en 1982 y la Sociedad Boliviana de Autores y Compositores de Música conocida como SOBODAYCOM refundada en 1992, son las otras dos entidades civiles de este tipo que fueron creadas en Bolivia bajo el amparo de la Ley 1322 de Derechos de Autor. No se puede dejar de mencionar la constante polémica que genera sobre todo SOBODAYCOM porque más que un ente de fomento cultural y de apoyo a sus miembros, se ha convertido en un ente “cobrador” de regalías al que se le observa además un favoritismo por la música folclórica debido a su “capacidad de ventas” en comparación con otros estilos musicales.

A esta pequeña constelación de sociedades de gestión colectiva se suma ESCRIBO que a la fecha cuenta con 60 miembros de todos los rincones de Bolivia. Se trata de un logro de grandes dimensiones para la labor de los escritores del país y una buena noticia que en algo destiñe el negativo panorama, político y de salud, que se vive actualmente en el país. Es un avance positivo a nivel nacional, más aún si se toma en cuenta que en otros países de la región la creación de sociedades de gestión colectiva nos lleva la delantera. En Brasil y en México existen 14 entes de este tipo, mientras que nuestros vecinos Argentina y Chile cuentan cada uno con ocho sociedades de gestión colectiva, según revela la investigación publicada por la Fundación Karisma de Colombia en el año 2015. Que ESCRIBO sea entonces motivo de esperanza y perspectiva de futuro, esta vez para las letras y los autores bolivianos.  

 

 

* Comunicadora social

Twitter: @mivozmipalabra

 

 

 

                                                    

Comentarios

  1. Enhorabuena, es necesario que los escritores tengan un lugar donde apelar cuando sus derechos son vulnerados. Entre muchas cosas, deberían eliminarse las listas negras, es decir, aquellos autores que son vetados por los editores en razón de problemas personales o políticos.

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  2. ´Felicidades a todos los autores bolivianos. Y felicidades a Ana Rosa por el reportaje

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