Ana Rosa López
Villegas*
Según la mitología griega, la Hidra de Lerna era aquel espantoso, despiadado y agresivo monstruo de sangre envenenada e innumerables cabezas que se multiplicaban cada vez que le cortaban una de ellas. Según dicen, podían ser tres, cinco e incluso llegar a diez mil testas. Su cuerpo era similar al de una serpiente y su aliento era venenoso. La Hidra moraba en una ciénaga y guardaba una de las entradas del Hades, el inframundo, “el lugar de los espíritus y dioses telúricos”, su tierra de origen. ¿Qué identidad tenía este espanto descomunal? Al ser poseedor de tantas cabezas, uno puede imaginarse que era muy difícil distinguir al “cabecilla” principal de sus actos de terror y destrucción. Lo que no da lugar a ninguna duda era su convicción de muerte, su apego la oscuridad y su insaciable apetito de odio y rencor.
¿Es metáfora que la Hidra de Lerna pueda hacerse carne en
los seres humanos cuando han perdido toda noción de valores y de humanidad? ¿Es
tan solo una figura mitológica el pensar que Bolivia se encuentra en este
nefasto momento de su historia frente a esta aberración viviente? Contemos sus
cabezas y llamémoslas por su nombre: Evo Morales y Álvaro García Linera, las
primeras cabezas envenenadas. Su apetito enfermizo de poder los llevó a perpetrar
un fraude electoral monumental que la mayoría de los bolivianos no estuvo dispuesta
a tolerar. Hay que repetirlo, no para implantar “una narrativa”, sino porque se
trata de una realidad que varios organismos internacionales confirmaron: Evo
Morales y Álvaro García Linera cometieron fraude electoral tras una postulación
ilegítima, una postulación que el país había negado en el referéndum que ningunearon
el 2016. Y si dentro de lo grotesco cabe, fueron ellos mismos quienes cortaron
sus cabezas el 10 de noviembre de 2019 al renunciar a sus mandatos constitucionales,
huir al exterior y dejar abandonado al país con muertos y heridos, en medio de
un colapso civil que ha dejado muchas heridas sin cerrar.
Ante un país desabastecido de gobierno o cualquier otra
forma de liderazgo coherente, las cabezas siguieron desapareciendo: Adriana Salvatierra
dejó la presidencia del Senado, ella junto a Teresa Morales asistieron a la
reunión convocada por la Iglesia Católica con el fin de buscar una solución al
caos. La Unión Europea y la Embajada de España también estuvieron presentes,
así como los representantes de todos los partidos políticos con presencia parlamentaria,
Comités Cívicos y el Comité Nacional de Defensa de la Democracia (Conade).
Ambas asumieron el compromiso de sucesión constitucional que fue avalado por
Morales y Linera desde su exilio. Pero como el veneno sigue sin antídoto, ahora
se desdicen, no solo ellas, sino todos los que lamieron de los primeros 14 años
de un régimen pseudosocialista y democrático. Sin vergüenza y con soberbia y
condenan el supuesto “golpe de estado” y a sus supuestos protagonistas, los
persiguen y los encarcelan, los denigran con fotomontajes y hacen de su
libertad un despojo sin dignidad. Y si no pueden ensañarse con ellos en
persona, lo hacen con sus familiares, amedrentando y abusando de su poder. ¿De
verdad piensan que están libres de responsabilidades por lo sucedido entre
octubre y noviembre de 2019? Tanta falacia asumida y tozuda negación de la
verdad nos hace pensar en un gravísimo desorden de sus capacidades mentales.
Ramón Quintana, Wilfredo Chávez, Juan Lanchipa y Jorge Richter
son las cabezas renacidas, soplan su aliento venenoso a los cuatro vientos.
Pareciera que se alimentaran del enfrentamiento y se sirven de la justicia para
saciar su sed de venganza. Luis Arce, David Choquehuanca, Lidia Patty, Eduardo
del Castillo, Iván Lima y Harold Jarandilla que ni a cabeza llegan porque
apenas siguen las órdenes de un régimen de injusticia y servil a la tiranía del
absurdo.
¿Bandos? ¿De qué bandos se puede hablar cuando solo hay
un poder envilecido que ha cooptado la justicia y la veja y subyuga sin ningún
resquemor? Estamos viviendo la competencia del ojo por ojo y diente por diente.
No estamos avanzando en la reconstrucción de un país ni en la cura de una
enfermedad que ya una vez nos llevó al borde del enfrentamiento fratricida. Y
la mayor pérdida que tenemos nos afecta a todos, porque la justicia ha perdido toda
confianza.
Sea como la descripción de la Hidra de Lenar o como reza
el Salmo 36 de la Biblia que transcribo aquí:
La iniquidad del impío me dice al corazón:
No hay temor de Dios delante de sus ojos.
Se lisonjea, por tanto, en sus propios ojos,
De que su iniquidad no será hallada y aborrecida.
Las palabras de su boca son iniquidad y fraude;
Ha dejado de ser cuerdo y de hacer el bien.
Medita maldad sobre su cama;
Está en camino no bueno,
El mal no aborrece.
… los impíos no le temen a nada ni a nadie. Su iniquidad
amenaza con turbarnos la fe y la esperanza, pero no hay mal que dure cien años,
no hay imperios infinitos ni tiranos inmortales. La Hidra de Lenar pereció en manos
de Hércules después de una encarnizada batalla. Fue derrotada.
Allí cayeron los hacedores de iniquidad;
Fueron derribados, y no podrán levantarse.
(Salmo 36)
* Comunicadora
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