Ana Rosa López Villegas*
Se acabó el bullicio
electoral en Bolivia. El llamado balotaje o segunda vuelta que se realizó en
cuatro departamentos del país trajo como resultado el evidente fracaso político
del Movimiento al Socialismo (MAS). El partido de gobierno consiguió solo tres
gobernaciones de las nueve existentes y con números que están por debajo de los
que solía alcanzar en años pasados. El escenario político ha cambiado de
rostros y esperemos que también transforme la dinámica subnacional y nos
permita respirar algo de democracia participativa y desarrollo regional exento
de politización y mezquindades partidarias y sectoriales.
Los resultados del
balotaje también han hecho justicia y una vez más han dejado por el suelo la tesis
racista del MAS. El triunfo de Damián Condori en Chuquisaca junto a la
agrupación política Somos Todos es un hito y un soberano revés en contra del
propio Evo Morales. Corría el año 2014 y Condori, militante del MAS, tenía
todas las cartas a su favor, es decir el apoyo de las bases y movimientos
sociales, para asumir la candidatura a la gobernación chuquisaqueña en los
comicios de 2015. El entonces primer mandatario que se llenaba la boca diciendo
que gobernaba escuchando al pueblo, perdió súbitamente este particular sentido
del oído y decidió imponer a Esteban Urquizo como candidato. Condori decidió seguir el consejo de Morales y se presentó a las elecciones con otra
agrupación política, pero los resultados fueron muy distintos a los que “el jefazo”
le había vaticinado. Condori no solo candidateó, sino que obtuvo el segundo lugar
de la votación lo que obligó a una segunda vuelta electoral. Y es justamente en
este momento en el que se aplica el modus operandi de la tiranía masista
incapaz de aceptar un liderazgo diferente y dar cabida a la alternabilidad
política como principio democrático. Tras un fraude electoral escandaloso,
Urquizo se hizo de la gobernación en el balotaje, pero esto no fue suficiente
para saciar el apetito de poder del masismo. Morales extendió sus tentáculos de
odio y revanchismo y buscó cercenar la emergente carrera política de Condori
armando una acusación en su contra. Fue denunciado por manejos irregulares de
dinero del Fondo Indígena, al que había accedido en su condición de Secretario
Ejecutivo de la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de
Bolivia (CSUTCB); fue detenido y encarcelado. Permaneció dos años en la cárcel
de San Pedro de La Paz.
Pero volvamos a las
elecciones de este 2021, porque todavía hay quienes quieren hurgar con estos
resultados los obtenidos durante las elecciones generales de octubre de 2020 y
tienen todo el derecho de hacerlo apelando a la susceptibilidad y al mediocre
trabajo que ha demostrado el Tribunal Supremo Electoral en este tiempo. Tampoco
hay que dejar de lado los seis meses de ineptitud que han caracterizado al
“nuevo” gobierno masista y que sin duda influyeron en la decisión electoral de
muchos. Un gobierno que se dedica a la persecución política con una vehemencia
que raya en una malsana obsesión, que a menos de un año de gestión tiene que
cambiar autoridades por corrupción descarada y que sigue dejando la salud de
los bolivianos a la deriva no puede sino cosechar desprecio y desconfianza. No,
esto no es intranscendente, no para los que deseamos que Bolivia avance y se
cure, no solo del coronavirus, sino también del odio que expelen personajes
como Evo Morales, Álvaro García Linera y Juan Ramón Quintana, cuyo único objetivo
es el de envenenar a la opinión pública, establecer una mentira llamada golpe
de estado y continuar socavando no solo la endeble estabilidad política, sino
también la justicia. Poco a poco se les acaba la verborrea que ellos llaman
argumentos y entonces surgen justificaciones tan absurdas como la expresada por
el exministro de gobierno, quien considera intranscendente el haber pillado in
fraganti al ahora exministro de Desarrollo y Tierras, Edwin Charcayo
recibiendo una coima de 20 mil dólares. ¡Iba encapuchado por la calle!, como lo
haría un vulgar delincuente que asalta a plena luz del día. Su detención y
destitución son solo la punta del iceberg, ojalá sepamos algún día cuáles son las
verdades detrás de todo esto, porque está claro que el masismo está enfermo y el
pus supura desde bien adentro.
El presidente Luis Arce
Catacora ya no tiene en agenda el participar en actos proselitistas en los que
además de advertir al pueblo de las consecuencias que el no elegir gobernadores
masistas puede traer a sus regiones, reafirmó su convicción discriminadora
señalando que ni los oligarcas tarijeños ni los hijos de los ricos merecen
recibir la vacuna contra el coronavirus. Aunque algunos analistas aseguran que
tales declaraciones influyeron en el voto en dicha región y ocasionaron la
derrota de su candidato, lo que realmente preocupa es tener a la cabeza del
gobierno a una persona que no busca el consenso, que no da señal alguna de
reconciliación y que por el contrario se desdice de sus propias palabras tras
la patética excusa de que no es “todólogo” y que cualquiera puede hacerle creer
cosas que no son. Ni siquiera el tema de las vacunas ha merecido de su parte un
informe serio y responsable que les garantice a los bolivianos que el Estado
cuenta con los recursos materiales y logísticos necesarios para dotarles con
este antídoto urgente. Es hora de gobernar y hacer gestión, presidente,
sacúdase el papel de marioneta incompetente, si es que puede.
* Comunicadora social
Twitter: @mivozmipalabra
Instagram: @misletrasmislibros
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