Ana Rosa López Villegas*
Cuando un futbolista de la talla de Marcelo Moreno Martins se enfrenta a una institución tan monstruosa como la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol), lo único que puedo ver es a un ciudadano boliviano que desafía con verdades y valentía a un poder insensible y mercantilista. Moreno Martins ha responsabilizado a la Conmebol por la ola de contagios por coronavirus entre los jugadores que asisten a la Copa América 2021, evento deportivo que tendría que haberse realizado en 2020. Y como no puede ser de otra manera en el mundo al revés en el que vivimos, el poder, indignado y ofendido, castigó al ciudadano por haber tenido la osadía de abrir la boca y denunciar una realidad reprochable desde todo punto de vista, porque en estos momentos se juega un campeonato que bien han bautizado algunos con el nombre de Copa Covid. Los números que le importan a la Conmebol son los de los ingresos por publicidad entre otras muchas ganancias que generan sus campeonatos, las otras estadísticas, las de los muertos y enfermos que no cesan en Latinoamérica ya no cuentan. Ni hablar de los más de 50 futbolistas y cuerpo técnico que han dado positivo a la enfermedad. Los equipos de Venezuela, Bolivia y Colombia han sido los más afectados hasta ahora. No hay más explicación y Marcelo lo ha escrito con claridad, a los mercaderes del fútbol no les interesa la vida de los futbolistas, no vale nada.
Más de un millón de
personas han fallecido en toda Latinoamérica a causa de la Covid-19. El virus
no discrimina a nadie y se ensaña con personas que tienen una salud vulnerable y
escasos recursos. ¿Cuáles son y cuánto cuestan esas poderosas razones para
hacer que diez delegaciones de futbolistas y cuerpos técnicos se movilicen hasta
Brasil para protagonizar un campeonato de fútbol de esta magnitud? En Brasil,
nada menos, el país que más muertes por Covid-19 ha registrado hasta ahora, en
el que sus pobladores han pedido de rodillas en las calles que cese la
enfermedad y que al igual que otras naciones de la región, sufren por falta de
insumos y de atención inmediata y adecuada para sus enfermos. El coloso
sudamericano cuenta con un triste récord de muertes por coronavirus, pero eso no
le importa a quienes facturan con el show de los goles, así lo ha expresado el capitán
del cuadro boliviano también aquejado por el mal del siglo. ¿En verdad se puede
disfrutar de un espectáculo futbolístico en las condiciones actuales? ¿Cuál es
el valor que tiene la salud en los ámbitos deportivos? El deporte es salud es
solo un recurso discursivo vacío y carente de sentido en estas circunstancias. Ya
no se trata de cuestión de principios de vida, sino de motivos de muerte a un
costo que solo engorda los bolsillos de unos cuantos.
Hace meses que las redes
sociales se han convertido en obituario. Día tras día nos enteramos de la
partida de amigos y familiares, así como desconocidos que han perdido la
batalla contra el virus. Tras esa larga lista de nombres se esconden historias
de tribulación y desesperación. A veces se trata incluso de familias enteras
que ya no están y de familiares que hicieron hasta lo imposible para salvar la
vida de sus seres queridos. Hablamos de compatriotas que textualmente han
quedado en la calle para poder pagar costos de internación y tratamiento. La
carencia de oxígeno, de medicamentos, de insumos de bioseguridad y de camas en
terapia intensiva no encuentra solución alguna. ¿Qué podemos decir de las
vacunas? No solo que faltan, sino que la desinformación sobre la necesidad de
hacerse inmunizar campea a todo nivel en la población. Seguimos sin ver una
estrategia clara de contención de la pandemia, ahora en plena tercera ola y
esta vez empecinada hasta con los más jóvenes. La empatía está lejos de ser el
sentimiento que emane del gobierno, pero añadir a ello la absoluta
incompetencia que muestran para tratar la crisis sanitaria, es criminal.
Lo peor no es ver la ineptitud
de los gobernantes frente a la tragedia sanitaria, lo peor es verlos en otros
afanes, en menesteres tapiados de egoísmo y odio, absolutamente obnubilados por
una realidad que solo existe en sus cabezas y que parece no tener un final. ¡Es
insultante! ¿Qué podemos decir de los bochornosos actos de pugilismo que nos
muestran en el parlamento? ¿Cómo entendemos los privilegios de salud de los que
goza la joven Evaliz Morales? ¿En verdad pueden dormir en la noches sobre la almohada
de su conciencia?
No ha pasado ni un solo
año desde que el ausente presidente de los bolivianos, Luis Arce Catacora y su todavía
más silencioso vicepresidente, David Choquehuanca han asumido el mando del país.
Ojalá se den cuenta de que ellos no son un gobierno transitorio, de que su
responsabilidad con todos los bolivianos se extenderá por cuatro años y medio
más, porque a estas alturas del partido, lo que se ve es tan solo un envejecimiento
de su estructura partidaria y un absoluto abandono de sus compromisos políticos
con Bolivia. La cacería de brujas a la que se entregan con alma, vida y corazón
no va a quedar en la historia como una acto de justicia, sino como una afrenta
a la vida de los bolivianos que en el peor momento de una crisis sanitaria
tienen que apañarse un gobierno que ha perdido todo norte y orientación
democrática constructiva. La verdad nos hará libres y tarde o temprano se volverá
a escribir señalando a los verdaderos responsables.
* Comunicadora social
Twitter: @mivozmipalabra
Instagram: @misletrasmislibros
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