Ana Rosa López Villegas*
Todos vemos el calendario. Es inevitable cuando comienza un nuevo año.
Marcamos en él las fechas importantes, los aniversarios, los viajes que
planificamos superando incluso el statu quo al que nos ha confinado la
pandemia. La vida cotidiana de muchos busca también su lugar en las agendas.
Hay nuevos comienzos así como actividades que no volverán a repetirse y que
solo quedan como huellas en los almanaques del pasado. Horarios, fechas,
recordatorios. El tiempo no se detiene, es implacable. Así suena el cliché y
así es también en la vida real.
Hoy no ha sido la excepción. Hoy 10 de enero de 2022 pensamos en los 10
meses exactos que faltan para “celebrar” en Bolivia los primeros cuarenta años
de democracia. Las comillas no son casuales. Las comillas sugieren que en este
momento de la historia boliviana no hay absolutamente ninguna democracia que
festejar. Hoy lo que toca es luchar para que el masismo no termine de apalearla
y amordazarla. No la quiere muerta, porque sabe que aún siendo un despojo le es
útil para su trama. Aún estando moribunda la necesita para seguir cubriendo la
infinidad de barbaridades tiránicas que está cometiendo frente a las narices de
todos los bolivianos. La democracia en agonía le garantiza seguir maquinando
fraudes, vejámenes y violación de derechos humanos. Frente al mundo, Bolivia es
una democracia más.
Hoy toca mirar hacia adelante, hasta ese 10 de octubre de 2022 que
llegará para recordarnos desde las efímeras ínfulas de la ilusión, que han pasado
cuatro décadas durante las cuales Bolivia ha elegido presidentes
constitucionales, ha tenido una constitución política que se respetaba, que contaba
con leyes que se cumplían, instituciones democráticas y electorales decentes y
respetables y una justicia que aunque se tratase de un eterno bache en
construcción, inspiraba algo de confianza. Nada queda de todo eso. El Movimiento
al Socialismo (MAS) ha hecho de la constitución un salvoconducto para el
fraude, para la manipulación electoral, para el ninguneo del voto ciudadano. Ha
hecho de las leyes panfletos sin ningún valor, ha convertido a las
instituciones democráticas en cuarteles que solo responden a la voz de mando del
jefazo, Morales. Son cuevas de oscuridad, en ellas se elucubran planes nefastos,
se gestan venganzas y se planean persecuciones.
Así como se amontonan los años, en ellos se acumulan también los hechos
que hacen que nuestra historia se vea como una película de ciencia ficción o de
terror o de ambos géneros combinados. ¿Cuánto ha durado la democracia de verdad?
¿Esa que nos permitía pronunciar la palabra libertad sin titubear, sin temer y
sin tener que pensar primero en los presos y perseguidos políticos que están en
todas las cárceles de Bolivia? ¿Esa que respetaba la soberana voluntad del
pueblo expresada en el voto? ¿Esa que todavía tenía intenciones de zurcir los
rotos y no de cercenarlos más hasta el punto de hacer de la división entre bolivianos
un motivo para gobernar? Se han cometido muchos errores a lo largo de este
camino tan sinuoso, pero ni en el peor de los escenarios democráticos se había
considerado una realidad como la que se vive actualmente.
Los últimos 17 años, ¡casi la mitad de lo que llevamos en democracia!, se
han convertido en el peor ejemplo de “construcción democrática” de nuestra
historia. Lo peor es que ya no solo podemos hablar de corrupción, ya no podemos
quejarnos solamente de las cantidades de dinero con las que los políticos de
turno forran sus bolsillos, los de sus familiares o los de sus amantes. Hoy nos
enfrentamos a una destrucción visceral de todas las estructuras políticas e
institucionales que alguna vez construimos. Lo que se vive en Bolivia es de una
ferocidad sin precedentes.
No nos sorprende que Arce Catacora y muy a regañadientes el
vicepresidente, David Choquehuanca sigan el guion orquestado por Evo Morales. A
él le pertenece la mano negra que todo lo salpica de odio, venganza, persecución
y ansias de poder. Ya no se aguanta. Evo Morales ya no quiere estar en la sombra
de su exmandato, ya le pesan los días que no está sentado en la silla que un
día perdió por fraudulento. Ahora Morales lo dice y lo muestra de frente, sin
ningún pudor ni vergüenza. Él es el que manda, él sigue gobernando, él continua
manejando los hilos del país, él sigue disponiendo de los ministros y
sirviéndose del poder a sus anchas. Para eso le sirve la democracia. ¿Acaso eso
no es suficiente? Por supuesto que no, Bolivia sabe de lo que es capaz de hacer
para conseguir sus propósitos de egolatría y soberbia.
En su momento recordaremos lo que significó aquel 10 de octubre de 1982
en el recorrido político e histórico de Bolivia, pero hoy marcaremos en el
calendario lo que representa en este momento lo que se vive en el país. Hemos dejado
pasar 40 años de buenas oportunidades para establecer una democracia que no
tambalee. El mundo está lleno de ejemplos, de profecías vivientes de lo que puede
venir si no hacemos todo lo que esté en nuestras manos para evitar que el régimen
que gobierna termine por devolverle el poder a Morales. No importa dónde
estemos, lo que importa es compartir una sola verdad y hacerlo en unidad.
* Comunicadora social
Twitter: @mivozmipalabra
Instagram: @misletrasmislibros
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