La columna rota


María: ¿fracasada, impotente, machista?


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Dignidad es una palabra que te queda muy grande, María. No la vuelvas a usar.


Iba a dedicarle este artículo al trastorno mental que sufre el expresidente de Bolivia, Evo Morales Ayma. Quería comentar que su grotesco, enfermizo y hasta patológico desapego de la realidad es digno de un especialista en psiquiatría. Sin embargo, en el camino, María Galindo agitó su columna de opinión que publicó ayer, miércoles 18 de diciembre, el periódico Página Siete y me salpicó sus fluidos venenosos que ella supone tener derecho a difundir por considerarse ¿una elegida?

El texto de Galindo lleva por título: Jeanine: ¿usurpadora, sustituta, subalterna? La autora comienza imaginando a la niña Jeanine Añez „correteando pata pila o con chinelas heredadas, como la niña morena de entre cientos de niñas morenas que aprenden, antes que a leer, a odiar el color de su piel y sus cabellos, porque a ese remoto lugar donde no llegó el Estado, llegó Barbie y Coca Cola, anunciando felicidad“. Ojalá más niñas que heredan chinelas llegaran tan lejos como Jeanine, quien sin habérselo propuesto, sin haberlo soñado si quiera, está ahora en el lugar que muchas otras quisieran. ¿Tanto te duele eso, María? ¿La impotencia te masacra? Me tomo el derecho a imaginarte retorciéndote de la rabia encima de tu cama.

Galindo no considera digno de mencionar, que esa niña que primero consumió Coca Cola antes que obtener educación y salud de parte del estado, logró zafarse del destino desgraciado de ser una mujer beniana, como ella misma elucubra; que estudió, se preparó y que el 12 de noviembre de 2019 cruzó las fronteras de un futuro en el que la amenazaban el miedo y la incertidumbre y que se ha convertido en un ejemplo para todas las mujeres de este país, porque además está conduciendo un estado aún en llamas con su gran sonrisa por delante.

Ojalá que las niñas pata pilas no conozcan a las brujas siniestras que les hablen del odio hacia sí mismas por el color de su piel y que crezcan felices, libres, pobres, ricas, con Barbies o sin ellas en una sociedad en la que nadie las disminuya por su origen o sus distintas formas de ser y hacerse mujeres. Eso que tú haces, María, se llama discriminación.

La columna termina asegurando que la actual mandataria boliviana, la primera mujer del estado, „no es santurrona, ni beata, porque en su clan familiar hay de todo y para todos los gustos, y porque por su cama han pasado suficientes hombres como para quedarse mejor sola que mal acompañada“. En 785 palabras, la líder del colectivo feminista Mujeres Creando desmenuza hasta la fibra más íntima de la rubia Añez y su “aporte” no es otra cosa que una confesión machista disfrazada de crítica, es el grito de una mujer que se muestra fracasada porque no puede ocupar el lugar que ocupa Jeanine y que hace berrinche de la única forma que es capaz: escribiendo con odio, con saña, con los desperdicios que le toca recoger al estar fuera de la “barbieficación” de la que acusa a Añez. 

Por supuesto que una mujer puede criticar a otra, creo que la equidad parte de ello también. Pero hacerse terapia violando con palabras la integridad de una congénere que no se conoce, metiéndose en su cuna y hasta en su cama es un extremo inadmisible y ninguna mujer se lo merece.

Con feministas de esta calaña no necesitamos rasgarnos las vestiduras cuando aparecen machistas misóginos que nos atacan, nos manosean, nos violan o nos matan. El feminismo envenenado de María Galindo hace que cualquier machismo se vea como un piojo tuerto.

Si este es uno de los tantos feminismos que existen, pues prefiero seguir siendo mujer a secas, pero apuntando con el dedo a las mujeres que fingiendo ser feministas lo que hacen es ensalzar una superioridad que no tienen. Así que de todas formas termino este artículo apelando a algún especialista en psiquiatría que sepa explicarme el grosero, enfermizo y hasta patológico odio que María Galindo también les tiene a las propias mujeres.

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